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Juan Jose Paso - Biografia -








(1758 – 1833)
Autor: Felipe Pigna
Nació en Buenos Aires el 2 de junio de 1758. Se graduó como doctor en Jurisprudencia en la Universidad de Córdoba y allí enseñó filosofía hasta 1781. En 1803 fue nombrado agente fiscal de la Real Hacienda. Fue uno de los primeros pobladores de San José de Flores. En el Cabildo Abierto del 22 de Mayo de 1810 propuso la cesantía del Virrey Cisneros y la implantación de un gobierno propio. Fue nombrado, junto a Mariano Moreno, Secretario de la Primera Junta. Entre 1811 y 1812 formó parte de los dos Triunviratos y en 1813 tuvo una activa participación en la Asamblea General Constituyente.



Fue el Secretario del Congreso de Tucumán en 1816, donde se pronunció por una monarquía moderada como forma de gobierno. Cuando el Congreso se trasladó a Buenos Aires,





Paso colaboró en la redacción de los estatutos provisionales. Fue electo diputado para el Congreso de 1824 en el que presentó importantes proyectos para la creación del primer banco y la organización del ejército. Tras la firma de la Constitución unitaria de 1826, Paso se retiró de la política. Falleció en Buenos Aires el 10 de septiembre de 1833.




Fuente: www.elhistoriador.com.ar




Juan Manuel de Rosas - Biografia









(1793 – 1877)

Autor: Felipe Pigna
Juan Manuel de Rosas, el restaurador de las Leyes, el estanciero más poderoso de Buenos Aires, y a la vez uno de los gobernadores con más consenso en toda la historia de la provincia, nació en Buenos Aires el 30 de marzo de 1793. Cursó sus primeros estudios en el colegio privado que dirigía Francisco Javier Argerich. Pero su vocación no iba para el lado de las letras sino para las tareas rurales.


Durante las invasiones inglesas participó activamente de la defensa en el regimiento de Migueletes de Caballería. Tras la reconquista volvió al campo. Se mantuvo completamente al margen de los sucesos de la revolución de mayo, de la que dirá años más tarde: “En los tiempos anteriores a la revolución la subordinación estaba bien puesta, sobraban recursos y había unión.”


En marzo de 1813 se casó con Encarnación Ezcurra, quien sería su compañera en la vida y en la política. Tras el casamiento Rosas devuelve a sus padres los campos que les administraba y decide formar su propia empresa.


En noviembre de 1815 se asoció con Juan Nepomuceno Terrero y Luis Dorrego en una compañía destinada a la explotación ganadera, saladero de pescado y exportación de productos varios en la estancia de “Los Cerrillos”.


La dirección de sus estancias le dio a Rosas un gran conocimiento sobre la vida y las costumbres de sus peones. “Me propuse adquirir esa influencia a toda costa; para ello fue preciso hacerme gaucho como ellos, protegerlos, hacerme su apoderado, cuidar de sus intereses, en fin no ahorrar trabajo ni medios para adquirir más su confianza.”


Tras la caída del Directorio, en 1820 Rosas comienza a participar activamente de la política bonaerense. Apoyó e impuso la candidatura de Martín Rodríguez a la gobernación de Buenos Aires. Participó activamente en el Pacto de Benegas entre Santa Fe y Buenos Aires y se hizo cargo de entregarle al caudillo santafecino, Estanislao López, 30.000 cabezas de ganado.


El derrocamiento de Dorrego y su posterior fusilamiento a manos de Lavalle, vuelve a colocar a Rosas en el primer plano de la política.


Luego de este episodio, Lavalle marcha hacia Santa Fe para encontrarse con Paz, pero es derrotado en Puente de Márquez por las fuerzas aliadas de López y Juan Manuel de Rosas.


Lavalle firma entonces con Rosas el pacto de Cañuelas, que nombra como gobernador interino de Buenos Aires a Viamonte y convoca a una reunión de la sala de representantes porteña para elegir el gobernante definitivo.


El 8 de Diciembre de 1829 la sala de representantes proclamó a Juan Manuel de Rosas gobernador de Buenos Aires otorgándole las facultades extraordinarias y el título de Restaurador de las Leyes.


Rosas llevó a cabo una administración provincial ordenada. Recortó los gastos, aumentó los impuestos, superando lentamente el déficit fiscal heredado, y  reanudó las relaciones con la Santa Sede, suspendidas desde 1810.


Fue el sector terrateniente el que sustentó el liderazgo rosista. La estructura social durante este período  estuvo basada en la tierra. La gran estancia era la que confería status y poder.


Acompañaban a Rosas en el poder los grupos dominantes porteños que no estaban dispuestos a compartir las rentas de la aduana con el resto de las provincias.


El restaurador les garantizaba el orden y la disciplina social necesarios para desarrollar sus actividades económicas.


Rosas gozaba de un gran predicamento entre sectores populares de Buenos Aires, y, de esta forma, aparecía ante los terratenientes de la provincia como el único capaz de contener y encauzar las demandas de las clases bajas.


En agosto de 1830 varias provincias del interior conforman la Liga Unitaria bajo el liderazgo del General Paz.


En enero de 1831 Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos firmaron el Pacto Federal, una alianza político militar para terminar con los unitarios de Paz.


Finalmente Paz será derrotado y capturado por López. Rosas, López y Quiroga dominaban la confederación. Pero el restaurador demostró ser el más poderoso y continuó aislando a Buenos Aires de las otras provincias.


En 1832 Rosas fue reelecto como gobernador de Buenos Aires. Exigió que se le renovaran las facultades extraordinarias. La sala de representantes se opuso y Rosas renunció.


Fue electo el general Juan Ramón Balcarce, candidato de Rosas que, entre 1833 y 1834, emprendió una campaña al desierto financiada por la provincia y los estancieros bonaerenses preocupados por la amenaza indígena sobre sus propiedades.


Rosas combinó durante la campaña la conciliación con la represión. Pactó con los Pampas y se enfrentó con los ranqueles y la Confederación liderada por Juan Manuel Calfucurá.


Según un informe que Rosas presentó al gobierno de Buenos Aires a poco de comenzar la campaña, el saldo fue de 3200 indios muertos, 1200 prisioneros y se rescataron 1000 cautivos blancos.


El éxito obtenido por el restaurador en la campaña aumentó aún más su prestigio político entre los propietarios bonaerenses, que incrementaron su patrimonio al incorporar nuevas tierras y se sintieron más seguros con la amenaza indígena bajo control.


Rosas se alejó de la provincia pero no de los manejos políticos. Su mujer, Encarnación Ezcurra era su fiel representante y con el apoyo de la mazorca, conspiró contra los gobiernos de Balcarce, Viamonte y Maza que se sucedieron durante la ausencia del restaurador.


La agitación política conducida por Encarnación contribuyó de manera decisiva a crear un clima de gran inestabilidad favorable a los intereses de Rosas.


Un hecho agravará aún más la situación. El caudillo riojano Juan Facundo Quiroga, residía por entonces en Buenos Aires bajo el amparo de Juan Manuel de Rosas.


Quiroga había manifestado al Restaurador sus inquietudes sobre la necesidad de convocar a un congreso y organizar constitucionalmente al país. Rosas se opuso argumentando que no estaban dadas las condiciones mínimas para dar semejante paso y consideraba que era imprescindible que, previamente, cada provincia se organice.


A Rosas no se le escapaba que la organización nacional implicaría la pérdida para Buenos Aires del disfrute exclusivo de las rentas aduaneras, entre otros privilegios.


Ante un conflicto desatado entre las provincias de Salta y Tucumán, el gobernador de Buenos Aires, Manuel Vicente Maza (quien respondía políticamente a Rosas), encomienda a Quiroga una gestión mediadora.


Tras un éxito parcial, Quiroga emprendió el regreso y fue asesinado el 16 de febrero de 1835 en Barranca Yaco, provincia de Córdoba.


La muerte de Quiroga determinó la renuncia de Maza y provocó entre los legisladores porteños que prevaleciera la idea de la necesidad de un gobierno fuerte, de mano dura.


Por una amplia mayoría de votos, expresados en la legislatura y a través de un plebiscito que dio un resultado de 9.713 votos a favor y 7 en contra, fue electo nuevamente Juan Manuel de Rosas, en marzo de 1835, esta vez con la suma del poder público.


La hegemonía rosista se consolidó mediante la unificación ideológica del pueblo de Buenos Aires a través del uso obligatorio de la divisa punzó, del riguroso control de la prensa; y de una dura represión a la oposición ideológica y política realizada por la Sociedad Popular Restauradora, conocida como la “mazorca”, la fuerza de choque de Rosas, encargada de la intimidación y la eliminación de los opositores. Durante el largo período rosista, la mazorca se cobró miles de víctimas.


En 1835, Rosas sancionó la Ley de Aduanas, que protegía a las materias primas y productos locales, prohibiendo en algunos casos y gravando con altos aranceles en otros el ingreso de la mercadería importada que pudiera perjudicar a la producción nacional.


La Ley favoreció a las provincias pero sobre todo a Buenos Aires que aumentó notablemente sus ingresos aduaneros.


Todo producto argentino destinado al exterior debía pagar su tributo a Buenos Aires y todo producto extranjero destinado a cualquier parte del país debía pagar también a Buenos Aires. Mediante este procedimiento Buenos Aires podía estimular cierta actividad económica del interior y boicotear otra, determinando qué mercadería extranjera y de qué países de procedencia podrá consumir el interior.


Quedaban en manos de Buenos Aires las llaves para favorecer o empobrecer a determinados grupos sociales de las provincias.


En esta segunda gobernación Rosas: favoreció la venta o el otorgamiento de las tierras públicas que pasaron a manos de los grandes ganaderos.


Otorgó opción de compra de tierras a los arrendatarios de contratos de enfiteusis facilitando así el acceso a la propiedad privada tanto al norte como al sur del río Salado.


Rosas mantuvo durante gran parte de su mandato excelentes relaciones con los comerciantes británicos y su gobierno.


Francia no había obtenido de Rosas un tratado comercial como el que Inglaterra había conseguido de Rivadavia.


Los ciudadanos franceses no estaban exentos de hacer el servicio militar como los británicos. Rosas, además había encarcelado a varios franceses acusados de espionaje.


Se produce un conflicto diplomático y las naves francesas que estaban estacionadas en el Río de la Plata, bloquearon el puerto de Buenos Aires a fines de marzo de 1838.


El bloqueo se mantuvo por dos años generando una obligada política proteccionista, más allá de la Ley de Aduana y produjo ciertas grietas en el bloque de poder. Los ganaderos del Sur de la provincia se rebelaron contra Rosas ante la caída de los precios de la carne y las dificultades provocadas por el cerco francés al puerto.


Durante el bloqueo se reanudó la guerra civil. Lavalle, con el apoyo francés, invadió Entre Ríos y Santa Fe pero fracasó en su intento de tomar Buenos Aires por carecer de los apoyos necesarios y debió marchar hacia el Norte.


En octubre de 1840, finalmente por tratado Mackau – Arana, Francia pone fin al bloqueo. El gobierno de Buenos Aires se comprometió a indemnizar a los ciudadanos franceses, les otorgó los mismos derechos que a los ingleses y decretó una amnistía.


Concluido el conflicto con Francia, Rosas limitó la navegación de los ríos Paraná y Uruguay. Bloqueó el puerto de Montevideo y ayudó a Oribe a invadir el Uruguay y a sitiar la capital en 1843.


Estas actitudes de Rosas afectaron los intereses de los comerciantes y financistas extranjeros.


En 1845, el puerto de Buenos Aires fue bloqueado nuevamente, esta vez por una flota anglo-francesa.


A pesar de la heroica resistencia de Lucio N. Mansilla y sus fuerzas, en la Vuelta de Obligado, una flota extranjera rompió las cadenas colocadas de costa a costa y se adentró en el Río Paraná.


El bloqueo no sólo afectaba los intereses de los extranjeros, también perjudicaba a los estancieros del Litoral que no podían navegar libremente por el río Paraná y debían comerciar sus productos por el puerto de Buenos Aires, entre los afectados estaba Justo José de Urquiza, que gobernaba la provincia de Entre Ríos desde 1841


Los ingleses levantaron el bloqueo en 1847 mientras que los franceses lo hicieron un año después. La firme actitud de Rosas durante los bloqueos le valió la felicitación del General San Martín y un apartado especial en su testamento: “El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sur le será entregado al general Juan Manuel de Rosas, como prueba de la satisfacción que, como argentino, he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla.”


Recién en 1850 quedaron normalizadas las relaciones con Inglaterra y Francia.


Los bloqueos impusieron sacrificios a los sectores populares pero no tanto a los estancieros, financistas y grandes comerciantes. Estos grupos disponían de importantes reservas para sobrellevar los malos tiempos y de ventajas de todo tipo, entre ellas impositivas:


“El dueño de una estancia de treinta mil cabezas de ganado que en el estado actual de nuestras fortunas figura entre los más ricos hacendados del país, podrá cancelar su cuenta corriente con el erario entregando el valor de cuatro novillos (…) La contribución anual de un propietario de primer orden iguala, pues, a la de un boticario, un fondero, o el empresario de un circo de gallos, sin más diferencia que el primero paga a la oficina de contribuciones directas, mientras los demás lo hacen en la de patentes.”


Por otra parte, durante este período se restringe el sacrificio de animales de manera que al finalizar los bloqueos, las estancias se encuentran con su ganado multiplicado y listo para ser exportado.


Año tras año, argumentando razones de salud, Rosas presentaba su renuncia a la conducción de las relaciones exteriores de la confederación, en la seguridad de que no le sería aceptada. Y lo hacía en términos como estos:


“La irreparable pérdida de mi amante esposa Encarnación, la prolongada lucha de mis más queridas afecciones para subordinarlas a mis altos deberes y los principios de mi vida pública, aléjanme de una posición en que fuera desacuerdo reproducir sacrificios ya colmados. Con intenso anhelo, muy encarecida y humildemente, os suplico que, sin pérdida de tiempo, elijáis la persona que ha de sucederme en el mando supremo de la provincia.”


Y la Legislatura solía responderle en estos otros términos:


“No es dado a los representantes del pueblo, conceder a V.E. el descanso que tan justamente solicita. Cierto es que las circunstancias de la República exigen un poder con suficiente fuerza, armonía y rapidez: en este convencimiento están los Representantes, y en el de que, aun cuando no hay patriotas esclarecidos, capaces de ponerse al frente de los negocios, sólo en la persona de V.E. pueden depositar confiadamente la plenitud de facultades que acuerda la Ley. Sienten, pues no poder por ahora hacer innovación alguna a las resoluciones anteriores; pero en medio del pesar que les causa su irrevocable resolución, se hacen un deber manifestar a V.E. que están dispuestos a prestarle la más activa y decidida colaboración en todo cuanto concierna al sostén de la libertad e independencia de la República, bajo en concepto que oportunamente facilitarán los recursos necesarios para terminar la cruel guerra promovida por el feroz bando salvaje unitario.”


En 1851 el gobernador de Entre Ríos emitió un decreto, conocido como el pronunciamiento de Urquiza, en el cual aceptaba la renuncia de Rosas y reasumía para Entre Ríos la conducción de las relaciones exteriores.


El conflicto era en esencia económico: Entre Ríos venía reclamando la libre navegación de los ríos, -necesaria para el florecimiento de su economía- lo que permitiría el intercambio de su producción con el exterior sin necesidad de pasar por Buenos Aires.


Armado de alianzas internacionales, Urquiza decidió enfrentar al gobierno bonaerense.


El emperador de Brasil, Pedro II proveería infantería, caballería, artillería y todo lo necesario, incluso la escuadra. El tratado firmado entre Urquiza y los brasileños decía en una de sus partes:


“Para poner a los estados de Entre Ríos y Corrientes en situación de sufragar los gastos extraordinarios que tendrá que hacer con el movimiento de su ejército, Su Majestad el Emperador de Brasil les proveerá en calidad de préstamo la suma mensual de cien mil patacones por el término de cuatro meses contados desde la fecha en que dichos estados ratifiquen el presente convenio. S.E. el señor Gobernador de Entre Ríos se obliga a obtener del gobierno que suceda inmediatamente al del general Rosas, el reconocimiento de aquel empréstito como deuda de la Confederación Argentina y que efectúe su propio pago con el interés del 6% por año. En el caso, no probable, de que esto no pueda obtenerse, la deuda quedará a cargo de los estados de Entre Ríos y Corrientes, y para garantía de su pago, con los intereses estipulados, SS.EE los señores gobernadores de Entre Ríos y Corrientes, hipotecan desde ya las rentas y los terrenos de propiedad pública de los referidos estados.”
En las provincias la actitud de Urquiza despertó diversas reacciones. Córdoba declaró que era una infame traición a la patria y dijo que “Urquiza se había prostituido a servir de avanzada al gobierno brasileño”. Otras se pronunciaron en sentido similar e intentaron formar una coalición militar para defender a Rosas, pero ya era demasiado tarde.
Urquiza alistó a sus hombres en el ”ejército grande” y avanzó sobre Buenos Aires, derrotando a Rosas en la Batalla de Caseros, el 3 de Febrero de 1852.
Vencido, el Gobernador de Buenos Aires se embarcó en el buque de guerra “Conflict” hacia Inglaterra. Allí se instaló en la chacra de Burguess, cerca de Southampton acompañado por peones y criados ingleses. El gobierno porteño, instalado el 11 de septiembre de 1852, confiscó todos su bienes y dependía para vivir de los recursos que le enviaban sus amigos desde Buenos Aires. Volvió a dedicarse a las tareas rurales hasta su muerte ocurrida el 14 de marzo de 1877, a los ochenta y cuatro años.
Unos años antes había escrito una especie de testamento político.
“Durante el tiempo en que presidí el gobierno de Buenos Aires, encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina, con la suma del poder por la ley, goberné según mi conciencia. Soy pues, el único responsable de todos mis actos, de mis hechos buenos como los malos, de mis errores y de mis actos.
Las circunstancias durante los años de mi administración fueron siempre extraordinarias, y no es justo que durante ellas se me juzgue como en tiempos tranquilos y serenos”.









Mariano Moreno y las relaciones con Gran Bretaña









El 4 de marzo de 1811, a los 32 años, moría en alta mar Mariano Moreno mientras se dirigía a Inglaterra en misión diplomática. Moreno había sido designado secretario de Guerra y Gobierno de la Primera Junta, surgida tras la Revolución de Mayo. Desde su puesto, impulsó importantes medidas como la apertura de varios puertos al comercio exterior, la reducción de los derechos de exportación y la redacción de un reglamento de comercio, para mejorar la situación económica y la recaudación fiscal.



Sus infinitas preocupaciones lo llevaron también a fomentar la creación de la biblioteca pública y del órgano oficial del gobierno revolucionario, La Gaceta, que él mismo dirigió. Consciente de lo necesario que resultaba a la causa revolucionaria el apoyo de una potencia extranjera, Moreno propició las buenas relaciones con Gran Bretaña. Sin embargo, no dejaría de prevenir a la población sobre los peligros que entrañaba dejarse “envolver en cadenas” embelezados “por chiches y abalorios”, tal como lo demuestra este artículo que Moreno publicó el 20 de septiembre de1810 en la Gaceta de Buenos Aires.




Fuente: Gaceta de Buenos Aires, 20 de septiembre de 1810. Citada por Biblioteca Argentina. Doctrina democrática de Mariano Moreno, Buenos Aires, 1915, págs.184-189.
“El que observe las relaciones políticas de la Europa en estos últimos tiempos descubrirá que todas ellas no giran sobre otro eje que el interés recíproco de las naciones que contratan… El espíritu mercantil parece que se ha introducido hasta en los mismos tronos…




”…Una general proscripción de todas las pretensiones de la Francia, un franco y libre comercio con la nación inglesa, reglamentos liberales que aumentasen estas relaciones sobre la firme base de recíprocas ventajas, una amistad previniente dispensada a todo individuo inglés residente en este suelo, tales han sido las medidas que la Inglaterra debió pretender de nosotros, y que hemos anticipado generosamente…




”Es un deber del Gobierno exhortar al pueblo a que deponga cualquier prevención contra los ingleses: pero debe al mismo tiempo recomendar y aplaudir el celo con que se ha manifestado inflamado por esta ocurrencia [la conducta del capitan inglés Elliot con motivo del bloqueo. Los pueblos deben estar siempre atentos a la conservación de sus intereses y derechos, y no deben fiar sino de sí mismos.


 El extranjero no viene a nuestro país a trabajar en nuestro bien, sino a sacar cuantas ventajas pueda proporcionarse. Recibámoslo enhorabuena, aprendamos las mejoras de su civilización, aceptemos las obras de su industria, y franqueémosle los frutos que la naturaleza nos reparte a manos llenas, pero miremos sus consejos con la mayor reserva, y no incurramos en el error de aquellos pueblos inocentes que se dejaron envolver en cadenas, en medio del embelesamiento que les habían producido los chiches y abalorios…”



FUENTE : www.elhistoriador.com.ar




Bajo el mando de Simón Bolívar, la Campaña Libertadora consiguió una victoria contundente en la Batalla del Puente de Boyacá, evento que determinó la independencia colombiana.







El Puente de Boyacá, ubicado a 14 kilómetros de Tunja y a 110 kilómetros de Bogotá, fue lugar de uno de los combates más grandes que se han librado en territorio colombiano por nuestra independencia: La Batalla de Boyacá.



Ocurrida el 7 de agosto de 1819, esta batalla marcó no sólo el punto final en las disputas guerreristas por el poder en territorio colombiano, sino que fijó el triunfo independentista que había trazado el país el 20 de julio de 1810.



Todo comenzó con una serie de luchas libradas por la Campaña Libertadora que —liderada por Simón Bolívar— hacía resistencia a la reconquista española en 1819. Después de superar diversos obstáculos, el ejército patriota salió victorioso en los combates de Gámeza  (11 de julio) y el Pantano de Vargas (25 de julio), que fueron claves en el resultado de la Batalla del Puente de Boyacá.



Tras de 77 días de conformación de la Campaña Libertadora, ese 7 de agosto fue decisivo. La estrategia de Bolívar era clara: tomar por sorpresa al ejército realista que, sin remedio alguno, tenía que pasar por el río Teatinos para dirigirse a Santafé, donde estaría a salvo de los ataques patriotas.



Bajo el mando de Simón Bolívar, Francisco de Paula Santander y José Antonio Anzoátegui, la tropa patriota conformada por 2.850 combatientes (criollos, mulatos, mestizos, zambos, indígenas y negros) asaltó al ejército realista que contaba con 2.670 hombres liderados por el coronel José María Barreiro.



En un combate que duró cerca de seis horas, la tropa libertadora se llevó la victoria y logró la rendición de los españoles, que fueron tomados como prisioneros.



Tras ser tomado como prisionero, Barreiro intentó sobornar al soldado de quince años Pedro Pascacio Martínez, que se negó y lo entregó a Bolívar.



En cuanto se supo de la derrota realista, el virrey Juan Sámano huyó de Santafé, ciudad que quedó bajo el mando de los criollos.



Esta batalla no sólo marcó un paso definitivo en nuestra independencia, sino que influyó en las victorias de Carabobo en Venezuela, Pichincha en Ecuador y Junín y Ayacucho en Perú. El puente, que sufrió graves daños, fue reconstruido el 7 de agosto de 1919 por el presidente Marco Fidel Suárez.



Ahora el puente es uno de los sitios más emblemáticos de la historia colombiana, y se encuentra rodeado por monumentos que recuerdan la gesta independentista como las estatuas de Simón Bolívar, Francisco de Paula Santander y Pedro Pascasio Martínez. A su lado también reposan símbolos como la Plaza de Banderas, el Arco del Triunfo, el Atril de Piedra, la Llama de la Libertad, la Piedra de la Legión Británica y el Obelisco.




Día de la Independencia de los Estados Unidos 4 de Julio





Invitación a la celebración del Día de la Independencia de 1825


El día de la Independencia es una festividad nacional marcada por las exhibiciones patrióticas. Similar a otros festejos veraniegos, celebraciones del día de la Independencia a menudo tienen lugar al aire libre. Día de la Independencia es un día de fiesta federal, así que todas las instituciones federales no esenciales (como el servicio postal y las cortes federales) están cerradas en ese día. Muchos políticos aprovechan este día para aparecer en un acontecimiento público y elogiar la herencia, las leyes, la historia, la sociedad y la gente de la nación.

Las familias celebran el Día de la Independencia recibiendo o asistiendo a un picnic y se aprovechan del día libre. En algunos años cae como fin de semana largo y se aprovecha el tiempo para reconectar con los parientes. Las decoraciones (por ejemplo globos, banderas y ropa) generalmente se colorean rojas, blancas y azules, los colores de la bandera de los Estados Unidos. Los desfiles normalmente ocurren por la mañana, mientras los fuegos artificiales ocurren por la tarde o en la noche en lugares como parques, parques de atracciones, playas o las plazas

Antes, las noches antes de el 4 de julio tomaban el punto focal de las celebraciones, a menudo comenzando los festejos con una fogata nocturna. En Nueva Inglaterra, las ciudades compitieron para construir pirámides elevadas, ensambladas a partir de toneles y barricas. Estas se encendían al caer la noche, para dar paso a la celebración. La más alta se encuentra en Salem , Massachusetts (en Gallows Hill, el famoso sitio de la ejecución de 13 mujeres y 6 hombres por brujería en 1692 durante los juicios de Salem, donde la tradición de las fogatas en la celebración había persistido), integrada por cuarenta niveles de barriles; éstas son las hogueras más altas jamás registradas. La costumbre floreció en los siglos XIX y XX, y todavía se practica en algunas ciudades de Nueva Inglaterra.8​

Los fuegos artificiales del Día de la Independencia son acompañados por canciones patrióticas tales como el himno nacional "Star-Spangled Banner", "God Bless America", "America the Beautiful", "My Country, 'Tis of Thee", "Stars and Stripes Forever",y ,a nivel regional, "Yankee Doodle", en estados del noreste, y "Dixie", en los estados del sur. Algunas de las letras recuerdan imágenes de la guerra revolucionaria o de la guerra de 1812.

Espectáculos de fuegos artificiales se llevan a cabo en muchos estados, y muchos fuegos artificiales se venden para uso personal o como una alternativa a un espectáculo público. Las preocupaciones de seguridad han llevado a algunos estados a prohibir los fuegos artificiales o limitar los tamaños y tipos permitidos. La venta ilegal transfiere muchos fuegos artificiales desde estados menos restrictivos.

Un saludo de armas para cada estado de los Estados Unidos, llamado un "saludo a la unión", es dado en el Día de la Independencia al mediodía por cualquier base militar con las instalaciones necesarias.9​

En 2009, la ciudad de Nueva York tenía los fuegos artificiales más espectaculares en el país, con más de 22 toneladas de pirotecnia. Otras pantallas principales están en Chicago en el Lago Michigan; en San Diego sobre Mission Bay; en Boston el río Charles; en St. Louis en el río Mississippi; en San Francisco sobre la Bahía de San Francisco; y en el National Mall en Washington, D.C.

Mientras que la observancia oficial siempre cae el 4 de julio, los niveles de participación pueden variar según el día de la semana en el cual cae el número. Si el día festivo cae en el medio de la semana, algunos espectáculos de fuegos artificiales y celebraciones pueden tener lugar durante el fin de semana por conveniencia, de nuevo, que varían según la región. La primera semana de julio es típicamente uno de los períodos de viaje estadounidenses más intensos del año, ya que muchas personas utilizan las vacaciones para viajes extendidos.




Juana Azurduy: La primera mujer con rango militar en el mundo que se convirtió en una de las grandes heroínas de Latinoamérica





La mujer boliviana fue una de las más feroces luchadoras por la independencia de la región y acumuló varios triunfos en las batallas en contra de las tropas españolas. Un 3 de marzo, se selló una de sus hazañas más importantes

Un 3 de marzo se convirtió en un día clave para el orgullo de la mujer indígena latinoamericana, aunque para muchas la hazaña de Juana Azurduy aún sea desconocida.

Fue justamente un 3 de marzo, de 1816, cuando Juana Azurduy, al frente de 200 mujeres indias a caballo, logró derrotar a las tropas españolas que asediaban Bolivia, liberando además a su esposo, el general Manuel Ascencio Padilla, que se encontraba prisionero desde 1814.

La hazaña de Azurduy provocó que fuera nombrada teniente coronel, convirtiéndose en la primera mujer con rango militar en el mundo, según apuntan las reseñas históricas. Su figura trascendió como un símbolo claro del compromiso de las mujeres latinoamericanas con la lucha independentista.

La joven nació el 12 de julio de 1780 en Toroca, departamento de Potosí, justo en los días en que se expandía por el territorio boliviano la rebelión de Tupac Amaru. Juana quedó huérfana cuando era niña y creció en un convento de monjas en la misma ciudad.

Luego de casarse a los 22 años con Manuel Ascensio, con quien tuvo 5 hijos, ambos se comprometen con la revolución independentista y se unen a los ejércitos populares creados tras la destitución del rey. Azurduy colaboró también junto a su esposo con las tropas enviadas desde Buenos Aires, en la organización del escuadrón “Los Leales” para contribuir a la liberación del Perú.

Pero eso no es todo: la indígena estuvo al frente de un ejército conformado por indias, mestizas y criollas, denominadas “Las amazonas”, un conjunto de mujeres dispuestas a todo por la liberación del pueblo.  Del mismo modo, ayudó a crear una milicia de más de diez mil indios, comandando varios de sus escuadrones y librando más de 30 combates, según consigna Telesur.

La historia apunta que el libertador argentino Manuel Belgrano le regaló su propia espada, agradecido por la estratégica laboral desempeñada por Azurduy como la primera mujer en integrar el Ejército Argentino. En 1816, participó activamente de lucha del país vecino, liberando al norte de Argentina del control español.

La heroína tuvo que vivir momentos críticos en medio de la lucha desatada, que le costó la vida a cuatro de sus hijos mayores. Poco después, mientras esperaba a su quinto hijo, fue herida en la batalla de La Laguna y su esposo murió intentando rescatarla. Aunque su cuerpo fue colgado por los españoles ante el pueblo, Juana se atrevió a rescatarlo en una operación liderada por cien soldados y tomó el mando ante las tropas.

Pese a todo, la aguerrida mujer murió empobrecida, en la provincia de Jujuy, a los 82 años de edad y aunque fue enterrada en una fosa común, un siglo después sus restos fueron exhumados y homenajeados en Sucre, donde descansan en un mausoleo en su honor.

En mayo de 2016, se estrenó la película de la heroína en Sucre, que pretende rescatar su historia como ejemplo de la valiente lucha de cientos de mujeres latinoamericanas que injustamente fueron olvidadas por la historia. En Bolivia, de todos modos, el nombre de Azurduy es sinónimo de orgullo y es considerada un referente para todas las mujeres.

En 2015 se selló un  homenaje por parte del presidente de Bolivia, Evo Morales, y la expresidenta de Argentina, Cristina Fernández, quienes inauguraron la estatua de bronce más grande de Argentina -un monumento de nueve metros de alto- en uno de los jardines de la Casa Rosada. También hay artistas que han alabado su ejemplo a través de hermosas canciones, como es el caso de Mercedes Sosa. Además, fue escogida por la colección “Antiprincesas” de la editorial Chirimbote, con el objetivo de acercar su ejemplo a las niñas, junto a otras grandes referentes como Violeta Parra y Frida Kahlo.

Todo y más, en homenaje a una de las más grandes heroínas latinoamericanas de la historia, que un 3 de marzo mostró toda su valentía y coraje en defensa de la libertad de los pueblos
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Bernardino Rivadavia - Biografía





(1780-1845)

Autor: Felipe Pigna
Bernardino Rivadavia, el primer presidente argentino, nació en Buenos Aires el 20 de mayo de 1780. Inició sus estudios en el Colegio de San Carlos en 1798 donde cursó gramática, filosofía y teología, pero no se graduó en ninguna de estas materias, abandonando los estudios en 1803.
Durante las invasiones inglesas. Se incorporó a las milicias con el grado de Capitán en el cuerpo de “gallegos” donde tuvo una destacada actuación. El 14 de agosto de 1809, a los 29 años se casó con una joven muy distinguida de la sociedad porteña: Juana del Pino y Vera Mujica, hija del octavo virrey del Río de la Plata, Joaquín del Pino. El matrimonio Rivadavia se muda a la calle Defensa 453 donde nacerán sus cuatro hijos: José Joaquín Benito, Constancia, que morirá a los cuatro años, Bernardino Donato y Martín.
Rivadavia participó del Cabildo Abierto del 22 de Mayo y votó contra la continuidad del virrey. Pero no tuvo un rol protagónico en los sucesos de mayo. En el enfrentamiento entre saavedristas y morenistas, tomó partido por estos últimos. Cuando tras meses de enfrentamientos el 22 de setiembre de 1811 fue creado el primer Triunvirato, integrado por Juan José Paso, Feliciano Chiclana y Manuel de Sarratea; Rivadavia fue nombrado Secretario de Gobierno y Guerra. En el Triunvirato la personalidad política de Rivadavia se impuso desde el primer momento y se tornó protagónica. No pocos compararon al triunvirato con los tres mosqueteros, que en realidad eran cuatro y el cuarto resultaba ser el más influyente de todos.
Sancionó e hizo jurar el 19 de diciembre de 1811, el Estatuto, por el cual el Triunvirato se transformaba en la autoridad máxima, disolviendo la Junta Grande. Esto provocó un gran descontento en el interior y le dio un carácter autoritario al Triunvirato. La llegada de San Martín y Alvear a Buenos Aires, en 1812, y la creación de la Logia Lautaro, se convirtieron en un escollo para el poder de Rivadavia, al que se sumaría la palabra y la acción de Bernardo de Monteagudo desde de la Sociedad Patriótica. Todos estos elementos, sumados a las sucesivas derrotas militares sufridas por los ejércitos patriotas, precipitaron los acontecimientos y provocaron la “revolución” del 8 de octubre de 1812, el primer golpe de Estado de la historia argentina. Ese día, las tropas de San Martín y otros cuerpos militares, se hicieron eco del descontento popular y derrocaron al primer Triunvirato, reemplazándolo por otro, afín a las ideas de la Logia y la Sociedad Patriótica, compuesto por Nicolás Rodríguez Peña, Juan José Paso y Antonio Alvarez Jonte.
Tras esta derrota, Rivadavia desapareció por dos años de la escena política, hasta que el Director Supremo, Gervasio Posadas, le encargó en 1814 junto a Manuel Belgrano una misión diplomática en Europa, con el objeto de obtener apoyos para la revolución. El fracaso de la misión fue rotundo. Belgrano regresó en 1816, pero Rivadavia permaneció en Londres hasta 1820.
En Europa tomó contacto con círculos intelectuales, políticos y económicos de España e Inglaterra que le proporcionaron gran parte de su formación y le aportaron importantes contactos que le serían muy útiles en los años venideros.
Tras el tumultuoso año 20 y la caída de las autoridades nacionales, Martín Rodríguez fue nombrado, en abril de 1821, gobernador titular de Buenos Aires con “facultades extraordinarias sin límite de duración”, “protector de todos los derechos y conservador de todas las garantías”, designó a Bernardino Rivadavia como Ministro de Gobierno, un cargo muy importante equivalente al de un Primer Ministro actual .
En su discurso de asunción decía Rivadavia: “La provincia de Buenos Aires debe plegarse sobre sí misma, mejorar su administración interior en todos los ramos; con su ejemplo llamar al orden los pueblos hermanos; y con los recursos que cuenta dentro de sus límites, darse aquella importancia con que debía presentarse cuando llegue la oportunidad deseada de formar una nación.” 1
Tomás de Iriarte en sus memorias define al gobernador Martín Rodríguez como a “un hombre vulgar, un gaucho astuto que tuvo buena elección de ministros y fue dócil para dejarse gobernar.” 2
Rivadavia había regresado de Inglaterra muy entusiasmado por las doctrinas económicas y políticas vigentes en la capital de la revolución industrial.
Allí había conocido al ensayista político Jeremy Bentham y a través de él apreció las obras de Adam Smith, David Ricardo, Bacon, Locke y Newton.
Le decía en una carta a su amigo Jeremy  Bentham “¡Qué grande y gloriosa es vuestra patria!, mi querido amigo. Cuando considero la marcha que ella sola ha hecho seguir al pensamiento humano, descubro un admirable acuerdo con la naturaleza que parece haberla destacado des resto del Mundo a propósito.” 3
Pero la situación de la Provincia de Buenos Aires difería enormemente de la europea. Aquí no había industrias, ni una burguesía con ganas de aplicar las nuevas técnicas del progreso y mucho menos de arriesgar sus seguras ganancias ganaderas en “aventuras industriales”. En definitiva las ideas de Rivadavia que eran las del liberalismo progresista de principios de siglo, no tenían por estas tierras base de sustentación en una clase dirigente muy conservadora y desconfiada de las novedades.
De todas maneras el ministro Rivadavia llevó adelante una serie de reformas que intentaron modificar la estructura del Estado bonaerense y hasta la relación de éste con el poder eclesiástico.
En noviembre de 1821 se dictó una ley de olvido para promover la pacificación que permitió el retorno de desterrados como Alvear, Sarratea, Soler, Dorrego y Pagola.
“Es preciso no acordarse, si es posible, ni de las ingratitudes, ni de los errores, ni de las debilidades que han degradado a los hombres o afligido a los pueblos en esta empresa demasiado grande y famosa. Por esto ha pensado el gobierno que obra dignamente proponiendo en esta oportunidad el adjunto proyecto de ley de olvido.”
También lanzó una reforma eclesiástica que le traería graves problemas. Suprimió los fueros eclesiásticos, que permitían a las órdenes monásticas tener sus propias cortes de justicia; confiscó las propiedades de las órdenes religiosas y creó instituciones que competían en áreas de poder e influencia que había sido patrimonio de la Iglesia: fundó la Universidad de Buenos Aires, la Sociedad de beneficencia y el Colegio de Ciencias Morales.
Entre los bienes eclesiásticos expropiados figuraba el santuario de la Virgen de Lujan porque. “el gobierno, para velar por el cumplimiento del principio de que las instituciones piadosas están obligadas a rendir a algún servicio público que contribuya a la comodidad o al sostén de la moral, y en todo caso al progreso del país que las adopta; procedió a instruirse de cuál era el objeto y servicio del santuario llamado de Luján, cuál era el estado de sus bienes y rentas y cuál su administración. Lo que ha resultado, comprobado es, que no rinde servicio alguno, y que no tiene más objeto que el culto de una imagen.”
Los sacerdotes descontentos, encabezados por Gregorio Tagle, encabezaron dos conspiraciones en agosto de 1822 y marzo de 1823. Esta fue la más importante. El gobierno se enteró del intento y decidió reprimirlo. En la Plaza de la Victoria los conjurados marchaban al grito de “¡Viva la religión!” y “¡Mueran los herejes!” mientras repartían rosarios, escapularios y panfletos con rezos como este:
“De la trompa marina – libera nos Domine
Del sapo del diluvio – libera nos Domine
Del ombú empapado de aguardiente – libera nos domine
Del armado de la lengua – libera nos domine
Del anglo-gálico- libera nos Domine
Del barrenador de la tierra – libera nos Domine
Del que manda de frente contra el Papa – libera nos Domine
De Rivadavia – libera nos Domine
De Bernardino Rivadavia – libera nos Domine
Kyrie eleison – Padre Nuestro. Oración como arriba.”
Dos de los complotados fueron fusilados, muchos fueron detenidos y Tagle logró huir.
Rivadavia suprimió los Cabildos, último resabio de la organización política colonial, y estableció una novedosa ley electoral que incluía el sufragio universal, con las limitaciones propias de la época. La nueva ley establecía que tenían derecho al voto todos los hombres libres nativos del país o avecindados en él mayores de 20 años, pero sólo podían ser elegidos para los cargos públicos los ciudadanos mayores de 25 “que poseyeran alguna propiedad inmueble o industrial”.
Manuel Dorrrego tuvo una importante participación en los debates sobre la ley electoral, entre otras cosas dijo entonces:
“…Y si se excluye (del voto) a los jornaleros, domésticos y empleados también ¡entonces quien queda? Queda cifrada en un corto número de comerciantes y capitalistas la suerte del país. He aquí la aristocracia del dinero, hablemos claro, el que formaría la elección sería el Banco, porque apenas hay comerciantes que no tengan giro en el Banco, y entonces el Banco sería el que ganaría las elecciones, porque él tiene relación con todas las provincias”
Por iniciativa de Rivadavia, el gobierno contrató en 1824, un empréstito con la firma inglesa Baring Brothers por un millón de Libras.
El nacimiento de la Casa Baring coincide con el de la gran política financiera del Imperio Británico. Los hermanos Alexander y Francis Thornhill , son los hijos del fundador de la casa, Sir Francis Baring y los principales directivos de la misma en el momento de firmarse el empréstito con Buenos Aires. Los Baring unirán su carrera financiera a su actividad política. Alexander será nombrado por el Primer Ministro Peel, ministro de la Moneda. Su hermano Francis llegará a ser Lord de la tesorería entre, ministro de Hacienda de Inglaterra entre. Director de la Compañía de Indias y Primer Lord del Almirantazgo.
El empréstito se contrataba con el objetivo de crear pueblos en la frontera con el “indio”, fundar un Banco, construir una red de agua y un puerto. Los gestores fueron: Braulio Costa, Félix Castro, Miguel Riglos, Juan Pablo Sáenz Valiente y los hermanos Parish Robertson y en su conjunto se llevaron 120.000 Libras del monto total del crédito en carácter de comisión
Descontadas las comisiones de los seis gestores, dos de los cuales eran ingleses, los gastos de emisión y varias cuotas adelantadas, llegaron a Buenos Aires sólo 570.000 libras, la mayoría en letras de cambio sobre casas comerciales británicas en Buenos Aires propiedad de los gestores del empréstito. Pero la deuda se asumía por el total: 1 millón de libras.
El dinero del empréstito, por diversas circunstancias, no se destinó a la construcción de obras públicas como había sido previsto. Se dilapidó en gastos improductivos. Para 1904, cuando se terminó de pagar el crédito, la Argentina había abonado a la Casa Baring Brothers la suma de 23.734.766 pesos fuertes.
Todas las tierras públicas de la provincia quedaron hipotecadas como garantía del empréstito. Rivadavia decidió entonces aplicar el sistema de “enfiteusis” por el cual los productores rurales podrían ocupar y hacer producir las tierras públicas, no como propietarios sino como arrendatarios.
El monto del canon que debían pagar al Estado lo fijaban los mismos arrendatarios de manera que terminó siendo insignificante.
Los grandes propietarios aprovecharon el sistema de enfiteusis para acaparar enormes extensiones de tierra con el desembolso mínimo que les permitía la ley.
Poco después de concedido el empréstito, el 31 de marzo de 1824, llegó a Buenos Aires un nuevo Cónsul de Su majestad, Mr. Woodbine Parish. El funcionario traía la misión de firmar un tratado de Libre Comercio y Amistad cuyo texto era idéntico al impuesto por William Huskisson -jefe del “Board of trade” londinense- a todas las ex colonias de Hispanoamérica, que ambicionaban ser reconocidas.
Al mismo tiempo, este tratado impuesto por Inglaterra como requisito previo para el reconocimiento de nuestra independencia, y firmado el 2 de febrero de 1825, sellará el destino del país como nación dependiente de una nueva metrópoli que le asignó un papel inamovible en la división del trabajo que imponía al mundo: el de simple productor de materias primas y comprador de manufacturas.
En medio de una prosperidad que iba en aumento, con sus instituciones reformadas, Buenos Aires, conducida por Rivadavia, no abandonaba sus viejos planes con relación a la organización del país.
Ya a partir de 1823 la Provincia había comenzado a tender los hilos para reunir un nuevo Congreso cuyo cometido era, fundamentalmente, el de dar una Constitución al país que permitiera su organización. Se buscaba además apoyo para solucionar el problema de la Banda Oriental incorporada al Brasil con el nombre de Provincia Cisplatina.
Lentamente, la iniciativa fue prendiendo, y en diciembre de 1824 representantes de todas las provincias de la época -incluidos los de la Banda Oriental, Misiones y Tarija- comenzaron a sesionar en Buenos Aires, cuyo gobierno era ejercido por Las Heras.
El Congreso tomó diversas medidas, entre ellas la Ley Fundamental, la Ley de Presidencia y la Ley de Capital del Estado.
La Ley Fundamental promulgada en 1825, daba a las provincias la posibilidad de regirse interinamente por sus propias instituciones hasta la promulgación de la Constitución, que será  ofrecida a su consideración y no será  promulgada ni establecida hasta que haya sido aceptada.
Este promisorio comienzo sufrirá sus primera  grietas el 6 de febrero de 1826 con la creación del cargo de Presidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Los defensores del proyecto pretendieron utilizar la situación de guerra con el Brasil, para transformar en permanente el cargo provisorio que había sido delegado en el gobierno de Buenos Aires.
El candidato elegido fue Bernardino Rivadavia, lo que molestó aún más a las provincias puesto que representaba a la tendencia unitaria.
Buenos Aires es “el sitio más despreciable que jamás vi, estoy cierto que me colgaría de un árbol si esta tierra miserable tuviera árboles apropiados. . . “ Así escribía, tres meses después de su llegada a estas tierras, John Ponsonby, barón de Imokilly, enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de Gran Bretaña ante las Provincias Unidas. Woodbine Parlsh, afectado por la designación de Ponsonby, había escrito que “. -un high aristocrat está poco calificado para tratar a los bajisimos demócratas con quienes debemos alternar aquí”
Ponsonby fue recibido por Rivadavia el primero de setiembre de 1826, con guardia de honor y salvas de artillería. Un mes después escribía sobre Rivadavia: “El Presidente me hizo recordar a Sancho Panza por su aspecto, pero no es ni la mitad de prudente que nuestro amigo Sancho. . . Como político carece de muchas de las cualidades necesarias”. Estimó, sin embargo, que Rivadavia era “autor de muchas, beneficiosas y buenas leyes”.
La Ley de Capital del Estado, proyecto presentado por el nuevo presidente y aprobado de inmediato, le hizo perder a Rivadavia también el apoyo de los porteños.
La ciudad de Buenos Aires quedaba bajo la autoridad nacional, hasta que ésta organizara una provincia. La provincia había desaparecido, contraviniéndose así lo expresado por la Ley fundamental de 1825.
Se terminó  por aprobar en diciembre de 1826 una Constitución que, si no fuera por su declarado republicanismo, coincide  en cuanto a su tendencia centralizadora con la de 1819 y, como aquella, provoca  la airada repulsa de los caudillos y los pueblos.
Así fracasó este nuevo intento de organizar al país. Rivadavia renunció en junio de 1827.
Pocos días después el poder nacional quedaba disuelto cobrando nuevos impulsos la guerra civil y las autonomías provinciales.
Rivadavia se retiró definitivamente de la vida pública. En 1829 parte hacia Francia, dejando a su familia en Buenos Aires. En Paría vuelve a su oficio de traductor. Pasan por sus manos “La Democracia en América” de Tocqueville; “Los viajes” y “El arte de criar gusanos de seda” de Dándolo. En 1834 decide regresar a Buenos Aires. Pero el gobierno de Viamonte le impide desembarcar. Su mujer y su hijo Martín, que lo esperaban en el puerto, suben al barco y se suman al exilio de Rivadavia. Los hijos mayores, Benito y Bernardino, tienen otros planes: se han sumado a la causa federal y están luchando para que Juan Manuel de Rosas asuma definitivamente el poder.
Los Rivadavia se instalan primero en Colonia y luego pasan a Brasil. Allí, tras un accidente doméstico, murió Juanita del Pino en diciembre de 1841. Martín volvió a Buenos Aires a unirse a sus hermanos y Rivadavia decidió a fines de 1842 partir hacia Cádiz, donde se instaló junto a dos sobrinas, en una modesta casa del barrio de la Constitución. Tenía sesenta y cinco años cuando hizo modificar su testamento al advertir que sus sobrinas le estaban robando la poca plata labrada que le quedaba. El 2 de septiembre de 1845, pocos días después de este episodio, murió pidiendo que su cuerpo “no volviera jamás a Buenos Aires”. Sin embargo sus restos fueron repatriados en 1857 y desde 1932 descansan en el mausoleo levantado en su honor en Plaza Miserere.
Referencias:
1 Enrique Tandeter y Noemí Goldman, Nueva historia argentina, Volumen 3, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1998, pág. 213.
2 Tomás de Iriarte, Memorias: Rivadavia, Monroe y la guerra argentino-brasileña, Buenos Aires, Ediciones argentinas S.I.A., 1945, pág. 20.
3 Mario “Pacho” O’Donnell, José Ignacio García Hamilton y Felipe Pigna, Historia confidencial, Buenos Aires, Editorial Planeta, 2003, pág. 102.