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20 de Junio día de La Bandera







El 20 de junio de 1820 moría en Buenos Aires Manuel Belgrano en la pobreza extrema, asolado por la guerra civil. Además de ser el creador de la bandera, Belgrano fue uno de los más notables economistas argentinos, precursor del periodismo nacional, impulsor de la educación popular, la industria nacional y la justicia social, entre otras muchas cosas. Las ideas innovadoras de Belgrano quedarán reflejadas en sus informes anuales del Consulado. Hemos elegido para recordarlo en esta fecha una de sus preocupaciones centrales en materia económica: el fomento de la agricultura y de la industria.

Fuente: Felipe Pigna, Los Mitos de la Historia Argentina, Buenos Aires, Norma, 2004, págs. 348-350.
Belgrano desconfiaba de la riqueza fácil que prometía la ganadería porque daba trabajo a muy poca gente, no desarrollaba la inventiva, desalentaba el crecimiento de la población y concentraba la riqueza en pocas manos. Su obsesión era el fomento de la agricultura y la industria.
El secretario del Consulado proponía proteger mediante la subvención las artesanías e industrias locales. Consideraba que “la importación de mercancías que impiden el consumo de las del país o que perjudican al progreso de sus manufacturas, lleva tras sí necesariamente la ruina de una nación”. En Memoria al Consulado 1802 presentó todo un alegato industrialista: “Todas las naciones cultas se esmeran en que sus materias primas no salgan de sus estados a manufacturarse, y todo su empeño es conseguir, no sólo darles nueva forma, sino aun atraer las del extranjero para ejecutar lo mismo. Y después venderlas”. Y más tarde insistiría: “Ni la agricultura ni el comercio serían casi en ningún caso suficientes a establecer la felicidad de un pueblo si no entrase a su socorro la oficiosa industria”.
Las ideas innovadoras de Belgrano encontraron la firme oposición de los miembros del Consulado, quienes eran a su juicio “todos comerciantes españoles, exceptuando uno que otro, que nada sabían más que su comercio monopolista, a saber: comprar por cuatro para vender con toda seguridad a ocho”.
En un artículo aparecido en el Correo de Comercio, Belgrano destacaba la imperiosa necesidad de formar un sólido mercado interno, necesario para una distribución equitativa de la riqueza: “El amor a la patria y nuestras obligaciones exigen de nosotros que dirijamos nuestros cuidados y erogaciones a los objetos importantes de la agricultura e industria por medio del comercio interno para enriquecerse, enriqueciendo a la patria porque mal puede ésta salir del estado de miseria si no se da valor a los objetos de cambio… Sólo el comercio interno es capaz de proporcionar ese valor a los predichos objetos, aumentando los capitales y con ellos el fondo de la Nación porque buscando y facilitando los medios de darles consumo, los mantiene en un precio ventajoso, tanto para el creado como para el consumidor, de lo que resulta el aumento de los trabajos útiles, en seguida la abundancia, la comodidad y la población como una consecuencia forzosa”.
Belgrano se había formado en el Colegio de San Carlos y luego en las Universidades de Salamanca y Valladolid, en España. En 1794, asumió como primer secretario del recientemente creado Consulado, desde donde se propuso fomentar la educación. Creó Escuelas de Dibujo, de Matemáticas y Náutica. Se incorporó a las milicias criollas para defender la ciudad durante las invasiones inglesas y fue uno de los más fervorosos defensores de la causa patriota durante la Revolución de Mayo. Fue vocal de la Primera Junta de Gobierno, encabezó la expedición al Paraguay, durante la cual creó la bandera, el 27 de febrero de 1812. En el Norte encabezó el heroico éxodo del pueblo jujeño y logró las grandes victorias de Tucumán, Salta y Las Piedras. Luego vendrían las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma y su retiro del ejército del Norte. En 1816 participó activamente en el Congreso de Tucumán.
Sus incansables preocupaciones abarcaron desde la enseñanza estatal gratuita y obligatoria, hasta la reforma agraria. Infatigable ante los obstáculos encontrados a su paso diría: “Mi ánimo se abatió, y conocí que nada se haría a favor de las provincias por unos hombres que por sus intereses particulares posponían el bien común. Sin embargo, (…) me propuse echar las semillas que algún día fuesen capaces de dar frutos”.





25 de mayo de 1810 – Revolución de Mayo - Reseña



Autor: Pigna, Felipe, Los Mitos de la Historia Argentina, Buenos Aires, Norma. 2004.
Durante la etapa virreinal, España mantuvo un férreo monopolio con sus colonias americanas, impidiendo el libre comercio con Inglaterra, beneficiaria de una extensa producción manufacturera en plena revolución industrial. La condena a la intermediación perpetua por parte de España encarecía los intercambios comerciales y sofocaba el crecimiento de las colonias. La escasez de autoridades españolas y la necesidad de reemplazar al régimen monopólico, sumado a las convulsiones que se vivían Europa tras la invasión napoleónica, llevaron a un grupo destacado de la población criolla a impulsar un movimiento revolucionario.

Para febrero de 1810 casi toda España se encontraba en manos de los franceses. Un Consejo de Regencia gobernaba la península en nombre de Fernando VII, prisionero de Napoleón. El 13 de mayo de 1810 llegaron a Buenos Aires las noticias de la caída de la Junta Central de Sevilla, último bastión del poder español.

La autoridad que había designado al virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros había, por tanto, caducado y la propia autoridad del virrey se encontraba cuestionada. Pronto Cisneros debió ceder a las presiones de las milicias criollas y de un grupo de jóvenes revolucionarios y convocó a un Cabildo Abierto para el 22 de mayo de 1810. El Cabildo, dominado por españoles, burló la voluntad popular y estableció una junta de gobierno presidida por el propio Cisneros. Esto provocó la reacción de las milicias y el pueblo. Cornelio Saavedra y Juan José Castelli obtuvieron la renuncia del ex virrey.

El 25 de mayo, reunido en la Plaza de la Victoria, actual Plaza de Mayo, el pueblo de Buenos Aires finalmente impuso su voluntad al Cabildo creando la Junta Provisoria Gubernativa del Río de la Plata integrada por: Cornelio Saavedra, presidente; Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Miguel de Azcuénaga, Manuel Alberti, Domingo Matheu, Juan Larrea, vocales; y Juan José Paso y Mariano Moreno, secretarios. Quedó así formado el primer gobierno patrio, que no tardó en desconocer la autoridad del Consejo de Regencia español.

Hemos elegido algunos extractos del pensamiento de Mariano Moreno, uno de los más esclarecidos patriotas de la Revolución de Mayo, donde reivindica valores todavía vigentes como la importancia de la instrucción y la educación como método contra las tiranías, la necesidad de vigilar la conducta de los representantes, los reparos ante las injerencias del extranjero y la necesidad de una organización federal en el gobierno.

“El oficial de nuestro ejército después de asombrar al enemigo por su valor, debe ganar a los pueblos por el irresistible atractivo de su instrucción. El que se encuentre desnudo de estas cualidades redoble sus esfuerzos para adquirirlas, y no se avergüence de una dócil resignación a la enseñanza que se le ofrece, pues en un pueblo naciente todos somos principiantes, y no hay otra diferencia que la de nuestros buenos deseos: el que no sienta los estímulos de una noble ambición de saber y distinguirse en su carrera, abandónela con tiempo, y no se exponga al seguro bochorno de ser arrojado con ignominia: busque para su habitación un pueblo de bárbaros o de esclavos y huya de la gran Buenos Aires que no quiere entre sus hijos hombres extranjeros a las virtudes.”

“El pueblo tiene derecho a saber la conducta de sus representantes, y el honor de éstos se interesa en que todos conozcan la execración con que miran aquellas reservas y misterios inventados por el poder para cubrir sus delitos. El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien, debe aspirar a que nunca puedan obrar mal.

“Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce, lo que vale, lo que puede y lo que sabe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte, mudar de tiranos, sin destruir la tiranía”

“Los pueblos deben estar siempre atentos a la conservación de sus intereses y derechos y no deben fiar más que de sí mismos. El extranjero no viene a nuestro país a trabajar en nuestro bien, sino a sacar cuantas ventajas pueda proporcionarse. Recibámoslo en buena hora, aprendamos las mejoras de su civilización, aceptemos las obras de su industria y franqueémosle los frutos que la naturaleza nos reparte a manos llenas; pero miremos sus consejos con la mayor reserva y no incurramos en el error de aquellos pueblos inocentes que se dejaron envolver en cadenas, en medio del embelesamiento que les habían producido los chiches y coloridos abalorios. Aprendamos de nuestros padres y que no se escriba de nosotros lo que se ha escrito de los habitantes de la antigua España con respecto a los cartagineses que la dominaron:

Libre, feliz, España independiente

Se abrió el cartaginés incautamente:

Viéronse estos traidores

Fingirse amigos, para ser señores;

Entrar vendiendo para salir mandando’”

Fuente: Mariano Moreno, Escritos Políticos, Buenos Aires, La Cultura Argentina, 1915

“En vano publicaría esta Junta principios liberales, que hagan apreciar a los pueblos el inestimable don de su libertad, si permitiese la continuación de aquellos prestigios, que por desgracia de la humanidad inventaron los tiranos, para sofocar los sentimientos de la naturaleza. Privada la multitud de luces necesarias, para dar su verdadero valor á todas las cosas; reducida por la condición de sus tareas á no extender sus meditaciones mas allá de sus primeras necesidades; acostumbrada á ver los magistrados y jefes envueltos en un brillo, que deslumbra á los demás, y los separa de su inmediación; confunde los inciensos y homenajes con la autoridad de los que los disfrutan; y jamás se detiene en buscar á el jefe por los títulos que lo constituyen, sino por el voto y condecoraciones con que siempre lo ha visto distinguido. De aquí es, que el usurpador, el déspota, el asesino de su patria arrastra por una calle pública la veneración y respeto de un gentío inmenso, al paso que carga la execración de los filósofos, y las maldiciones de los buenos ciudadanos; y de aquí es, que á presencia de ese aparato exterior, precursor seguro de castigos y todo género de violencias, tiemblan los hombres oprimidos, y se asustan de sí mismos, si alguna vez el exceso de opresión les había hecho pensar en secreto algún remedio”.
Algunos miopes quieren ver en esta disputa el origen de la oposición entre unitarios y federales, alineando por supuesto a Moreno en el rol de padre del unitarismo y a Saavedra como progenitor, ya que nuestra historia es fanática de los padres, del federalismo. Es curioso porque Saavedra, hombre poco afecto a la filosofía y a la escritura, no ha dejado una sola línea en la que mencione siquiera las palabras federalismo o federación, mientras que el “unitario” Moreno le dedica varios párrafos de su texto: Sobre las miras del Congreso que acaba de convocarse, y la Constitución del Estado: Allí señalaba:
“El gran principio de la federación se halla en que los estados individuales, reteniendo la parte de soberanía que necesitan para sus negocios internos, ceden a una autoridad suprema y nacional la parte de soberanía que llamaremos eminente, para los negocios generales, en otros términos, para todos aquellos puntos en que deben obrar como nación. De que resulta, que si en actos particulares, y dentro de su territorio, un miembro de la federación obra independientemente como legislador de sí mismo, en los asuntos generales obedece en clase de súbdito a las leyes y decretos de la autoridad nacional que todos han formado. En esta forma de gobierno, por más que se haya dicho en contrario, debe reconocerse la gran ventaja del influjo de la opinión del contento general: se parece a las armonías de la naturaleza, que están compuestas de fuerzas y acciones diferentes, que todas concurren a un fin, para equilibrio y contrapeso, no para oposición; y desde que se practica felizmente aun por sociedades incultas no puede ser calificada de difícil. Este sistema es el mejor quizá, que se ha discurrido entre los hombres”.

Autor: Pigna, Felipe, Los Mitos de la Historia Argentina, Buenos Aires, Norma. 2004

Fuente: www.elhistoriador.com.ar





Cornelio Saavedra - Biografía




(1759 – 1829)
Autor: Felipe Pigna

Cornelio Judas Tadeo Saavedra nació en la Villa Imperial de Potosí el 15 de septiembre de 1759. Las difíciles condiciones climáticas de aquella zona llevaron a la familia Saavedra a regresar a Buenos Aires, de donde era oriundo el padre, Don Santiago de Saavedra.

Cornelio cursó estudios en el Real Colegio de San Carlos destacándose por su inclinación por la filosofía. Pero no pudo concluir sus estudios y tuvo que dedicarse a las tareas rurales.

En 1797, inició su carrera en la función pública como regidor. Su destacada actuación le valió, dos años más tarde, la designación de procurador y, en 1801, la de alcalde de primer voto.

Las invasiones inglesas parecen descubrir en Saavedra una nueva vocación: la militar. Dice en sus memorias: “Este fue el origen de mi carrera militar. El inminente peligro de la patria; el riesgo que amenazaba nuestras vidas y propiedades, y la honrosa distinción que habían hecho los hijos de Buenos Aires prefiriéndome a otros muchos paisanos suyos para jefe y comandante, me hicieron entrar en ella”.

Durante las invasiones inglesas el cuerpo de Patricios, el más importante de la capital virreinal, lo eligió como comandante. Desde 1808 participó en las reuniones de la jabonería de Vieytes y en la casa de Rodríguez Peña, en la que se destacaba por su moderación y una prudencia que a muchos de sus compañeros les resultaba excesiva. Cumplió un papel destacado en los hechos de mayo. En la reunión de comandantes del 20 de mayo negó su apoyo a Cisneros. Dos días después, en el Cabildo Abierto del 22, votó a favor de la destitución del virrey.

Fue designado presidente de la Junta formada el 25 de mayo, pero su nuevo cargo no parecía agradarle demasiado, según lo cuenta en sus memorias: “Con las más repetidas instancias, solicité al tiempo del recibimiento se me excuse de aquel nuevo empleo, no sólo por falta de experiencia y de luces para desempeñarlo, sino también porque habiendo dado tan públicamente la cara en la revolución de aquellos días no quería se creyese había tenido particular interés en adquirir empleos y honores por aquel medio. A pesar de mis reclamos no se hizo lugar a mi separación. El mismo Cisneros fue uno de los que me persuadieron aceptase el nombramiento por dar gusto al pueblo. Tuve al fin que rendir mi obediencia y fui recibido de presidente y vocal de la excelentísima Junta (…) Por política fue preciso cubrir a la junta con el manto del señor Fernando VII a cuyo nombre se estableció y bajo de él expedía sus providencias y mandatos”.

El presidente Saavedra chocará muy pronto con su secretario de Guerra y Gobierno, Mariano Moreno.

Moreno encarnaba el ideario de los sectores que propiciaban algo más que un cambio administrativo. Se proponían cambios económicos y sociales más profundos. Pensaban que la revolución debía controlarse desde Buenos Aires.

Saavedra, en cambio, representaba a los sectores conservadores favorables al mantenimiento de la situación social anterior y era partidario de compartir las decisiones de gobierno con las otras zonas del territorio.

El 5 de diciembre de 1810, se produjo una fiesta en el regimiento de Patricios. Uno de los asistentes que había tomado algunas copas de más, el capitán Atanasio Duarte, propuso un brindis “por el primer Rey y Emperador de América, Don Cornelio Saavedra” (jefe del regimiento) y le ofreció una corona de azúcar que adornaba una torta a doña Saturnina, esposa de Saavedra.

Al enterarse del episodio, el secretario Moreno decretó el destierro de Atanasio Duarte diciendo que “… un habitante de Buenos Aires ni ebrio ni dormido debe tener expresiones contra la libertad de su país“; prohíbió todo brindis o aclamación pública a favor de cualquier funcionario y suprimió todos los honores especiales de que gozaban los miembros de la junta. La pelea entre Moreno y Saavedra estaba desatada.

Moreno, preocupado por los sentimientos conservadores que predominaban en el interior, entendió que la influencia de los diputados que comenzaban a llegar sería negativa para el desarrollo de la revolución y se opuso a su incorporación al ejecutivo. Triunfó la posición encabezada por Saavedra y Moreno se vio obligado a renunciar y a alejarse del país, encabezando una misión diplomática en diciembre de 1810. Murió misteriosamente en alta mar el 4 de marzo de 1811.

Ante la desaparición de Moreno, Saavedra creyó ver fortalecido su poder. El 5 y 6 de abril los saavedristas Joaquín Campana y Tomás Grigera movilizaron a los sectores suburbanos hacia la Plaza de la Victoria con el apoyo de los Patricios, los Pardos y Morenos contra el sector morenista de la Junta. A las tres de la mañana entregaron un petitorio en el Cabildo que decía entre otras cosas: “El pueblo de Buenos Aires desengañado a vista de repetidos ejemplos, de que no sólo se han usurpados sus derechos, sino que se trata de hacerlos hereditarios en cierta porción de individuos, que formando una fracción de intriga y cábala, quieren disponer de la suerte de la Provincias Unidas, esclavizando a las ambiciones de sus intereses particulares la suerte y la libertad de sus compatriotas”.

Se proponían deponer al sector morenista y crear un ejecutivo fuerte en manos de Saavedra. Pero Saavedra no aceptó el mando. Cuenta en sus memorias: “Pedí, supliqué y renuncié todos mis cargos, incluso el grado de Brigadier”. Pero se llegó a una transacción seguramente sugerida por el Deán Funes: Vieytes, Rodríguez Peña, Larrea y Azcuénaga marcharían al destierro y serían reemplazados por tres saavedristas –entre ellos, Campana-, el regimiento de la Estrella sería disuelto y su jefe, Domingo French, confinado, como no podía ser de otra manera junto a Antonio Beruti. Saavedra continuaría como presidente de la Junta. Pero el desastre de Huaqui en el Alto Perú precipitó las cosas. Saavedra debió marchar al Norte a fines de agosto de 1811 y su ausencia fue aprovechada por sus adversarios. A los ocho días de haber llegado a Salta se le hizo saber su separación del ejército y de la presidencia de la Junta, y se le ordenó entregar las tropas a Don Juan Martín de Pueyrredón. El sector morenista recuperaba el control de la situación y creaba un nuevo poder ejecutivo: el Triunvirato.

El 6 de diciembre de 1811, los Patricios se sublevaron en defensa de su antiguo jefe. Pidieron que volviera Saavedra y que renunciara el coronel Belgrano, designado como nuevo comandante del regimiento.

El Triunvirato arma una doble estrategia. Por un lado, negociar y, por otro, rodear el cuartel para intervenir en cualquier momento. Hubo varios mediadores, entre ellos, Juan José Castelli, el orador de la revolución, que estaba arrestado en el propio cuartel tras haber sido sometido a juicio por la derrota del Desaguadero. También mediaron el vehemente adversario de Castelli en el debate del Cabildo Abierto del 22 de mayo, el Obispo de Buenos Aires, Benito Lue y Riega, y el Obispo de Córdoba, Rodrigo de Orellana. Pero todo fue inútil. Los  Patricios se mantenían firmes en sus demandas.

Uno de los amotinados, el soldado de origen inglés Richard Nonfres, en un rapto de exaltación, comenzó a proferir insultos y disparó un cañonazo contra las tropas que estaban apostadas frente al regimiento. Cuenta Domingo Matheu que “…un maldito inglés, soldado del cuerpo, pegó fuego a un obús cargado a metralla y mató a uno e hirió a seis”.

La respuesta no tardó en llegar. El saldo del combate fue de 8 muertos y 35 heridos. Pero Rivadavia y el Triunvirato no iban a dejar las cosas así. Instruyeron un proceso sumario. Por “razones de seguridad” fueron expulsados los diputados del interior. El Deán Funes fue detenido sospechado de complicidad con los rebeldes. Los implicados negaron durante el juicio toda intención política y recordaron sus planteos iniciales. Pero nadie les creyó y en la sentencia se hablaba de un “movimiento popular que se tramaba”.

A veinte de los implicados se los condenó a cumplir penas que iban de cuatro a diez años de prisión en Martín García. Once sargentos, cabos y soldados fueron fusilados a las ocho de la mañana del 10 de diciembre de 1811 y sus cuerpos colgados en la Plaza de la Victoria “para la expectación pública”. Entre los muertos estaba el inglés Ricardo Nonfres, quizás el autor del primer disparo de una guerra civil que iba a durar casi 60 años.

Esta derrota selló la suerte de Saavedra. Se intentó confinarlo en San Juan, pero, alertado a tiempo, Saavedra cruzó la cordillera de los Andes y arribó a Chile acompañado por su hijo Agustín de 10 años. En 1814 decidió volver a la patria ante la cercanía de los ejércitos realistas que amenazaban Coquimbo. Mientras volvía a cruzar la cordillera, su esposa Doña Saturnina Otárola apela al gobernador intendente de Cuyo, José de San Martín, para lograr el reingreso de su marido. San Martín accedió fijándole residencia en San Juan. Saavedra fue enviado escoltado hacia Buenos Aires para estar presente en el juicio que se había iniciado y tras la revolución del 15 de abril de 1815, el Cabildo le devolvió su grado militar. Sin embargo, al asumir el poder Álvarez Thomas el cargo de Director Supremo, lo conminó a abandonar Buenos Aires e instalarse en Arrecifes.

En 1818, el Congreso Constituyente puso término a las causas en su contra y el director Pueyrredón dictó un decreto confiriéndole el empleo de brigadier general de los ejércitos de la Nación, con una antigüedad retroactiva al 14 de enero de 1811. A fines de ese año fue designado Jefe de Estado Mayor, en reemplazo del general Antonio González Balcarce, que había marchado a incorporarse al ejército libertador de Chile. Desempeñando ese cargo, inspeccionó las tropas en Santa Fe, Martín García y en Luján y concretó negociaciones de paz con los indios ranqueles.

Durante el período de la anarquía, se retiró a Montevideo, de donde regresó al constituirse el gobierno de Martín Rodríguez, en octubre de 1820. En 1822 se le otorgó el retiro absoluto del Ejército. Siendo ya un anciano, ofreció sus servicios en ocasión de la guerra con el Brasil. El gobierno, por medio del ministro de guerra, Coronel Marcos Balcarce, le hizo saber que agradecía el ofrecimiento y que, llegado el caso, sería aceptado con la consideración que se debía a su avanzada edad. Murió en Buenos Aires el 29 de marzo de 1829. En Diciembre de ese año el gobernador de Buenos Aires, Juan José Viamonte, trasladó los restos de Saavedra a la Recoleta y le brindó un homenaje. En el decreto decía:

“El primer comandante de Patricios, el primer presidente de un gobierno patrio, pudo sólo quedar olvidado en su fallecimiento por las circunstancias calamitosas en que el país se hallaba; pero después que ellas han terminado, sería una ingratitud negar al ciudadano tan eminente el tributo de honor debido a su mérito y a una vida ilustrada con tantas virtudes que supo consagrar entera al servicio de la patria.”

Fuente: www.elhistoriador.com.ar




Juan Jose Castelli - Biografía



Juan Jose Castelli

(1764 – 1812)
Autor: Felipe Pigna

Juan José Castelli nació en Buenos Aires el 19 de julio de 1764. Estudió filosofía en el Real Colegio de San Carlos y en el Colegio Monserrat de Córdoba. Se recibió de abogado en la Universidad de Charcas.

Era primo y amigo de Manuel Belgrano, quien lo designó como suplente de la Secretaría del Consulado en 1796. Junto a Belgrano, Rodríguez Peña y Vieytes, fue uno de los precursores de la Revolución de Mayo. Castelli fue comisionado para intimar al virrey Cisneros a que cesara en su cargo y participó activamente en el cabildo del 22 de mayo derribando con su vibrante oratoria los argumentos de los representantes del Virrey, que lo calificaban de “subversivo” y “principal interesado en la novedad”, o sea en la revolución. A partir de entonces, lo llamaron “el orador de la revolución”.

Fue uno de los vocales más activos de la Junta de mayo y uno de los más cercanos a las ideas del secretario de Guerra y Gobierno, Mariano Moreno. Se le encargó la represión de la contrarrevolución de Santiago de Liniers en Córdoba y no le tembló el pulso a la hora de ordenar su ejecución.

Luego se le encomendó la misión de ocupar el Alto Perú. Castelli partió al frente de aquel ejército de la patria con lo poco que había, con el pobrerío que lo seguía y con una revolución por hacer. Iba hacia las tierras que no pudieron liberar Túpac Amaru y Micaela Bastidas; iba a hacerles justicia. Uno de los pocos cañones del ejército patriota se llamaba Túpac Amaru y el delegado de la junta soñaba con apuntarlo al centro del poder español de esta parte del continente.

La proclama de Castelli a su tropa dejaba en claro los objetivos político-militares de la expedición: “Ciudadanos, militares, amigos, hermanos y compañeros.  Si ayer se recordó por última vez el deber del soldado a no desertar de sus banderas, apercibiéndole con las penas proporcionadas; hoy os hago ver el aprecio que merece a la patria, y al gobierno vuestro buen servicio: habéis marchado desde la gran capital del Rio de la Plata, y estáis á setecientas leguas de ella, después de haber soportado con rostro sereno las vicisitudes de una expedición animada del entusiasmo, y fervor patriótico, y hecho ver al mundo entero que sois superiores a los griegos, romanos , godos , y franceses de las épocas brillantes (…) con la confianza de que mi gloria es partirla con vosotros por la vida de la patria, y exterminio de nuestros rivales impenitentes, endurecidos, y envidiosos”.1 .

El presidente de la Audiencia de Charcas, mariscal de campo don Vicente Nieto, había dicho hacía unos días: “Tengo en mi poder varios oficios relativos a órdenes y aprobaciones de la revolucionaria Junta de Buenos Aires que no he dado el uso que correspondía, porque espero tener la satisfacción de hacérselos comer en iguales porciones a los sucios y viles insurgentes, que me los han remitido bajo el título de Representantes del Poder Soberano”. 3

Nieto y el gobernador intendente de Potosí y empresario minero,  Francisco de Paula Sanz,  que  pretendía huir con 300.000 pesos en pasta de oro y plata pertenecientes a los caudales públicos, fueron capturados al igual que el mayor general Córdoba. El día 15, en la Plaza Mayor de la imperial villa, entre las 10 y 11 horas de la mañana fueron ejecutados según la orden reservada de la  Junta de Buenos Aires que establecía: “El presidente Nieto y el gobernador Sanz deben ser arcabuceados en cualquier lugar donde sean habidos”.

Castelli abandonó Potosí el 25 de diciembre de 1810 para marchar hacia Chuquisaca. Hacía 22 años había partido de allí con su título de abogado. La ciudad universitaria estaba muy cambiada. Él seguía siendo el mismo. Ahora era el delegado de la Junta al que el Cabildo tenía preparados grandes agasajos y le había dispensado un lujoso hospedaje, pero prefirió alojarse por su cuenta en un humilde hostal que conocía de sus años de estudiante.

Se le ofreció un Te Deum en la catedral y Castelli había acordado que estaría sentado en el centro de la iglesia acompañado por su lugarteniente Balcarce, pero la silla no apareció. Mandó averiguar qué había ocurrido y pudo saber que un miembro de la Audiencia había ordenado no rendirle el homenaje debido al representante de la Junta. La ira de Castelli no se hizo esperar. Ordenó que la Audiencia en pleno le presentase sus excusas a Balcarce y lo nombrara presidente honorario de la corporación “para que aquellos que no quisieron verlo en la catedral tengan que verlo ahora presidiendo la Audiencia”.

Terminada la fiesta, Castelli se dispuso a gobernar. Había mucho por hacer, muchas heridas por curar y mucha injusticia por ajusticiar. Una de sus primeras ocupaciones fue la puesta en marcha de una legislación de avanzada que le devolvía las libertades y las propiedades usurpadas a los habitantes originarios. Decretó:

la emancipación de los pueblos
el libre avecinamiento
la libertad de comercio
el reparto de las tierras expropiadas a los enemigos de la revolución entre los trabajadores de los obrajes
la anulación total del tributo indígena
la suspensión de las prestaciones personales
equiparó legalmente a los indígenas con los criollos y los declaró aptos para ocupar todos los cargos del Estado
tradujo al quechua y al aymará los principales decretos de la Junta
abrió escuelas bilingües: quechua-español, aymará-español
removió a todos los funcionarios españoles de sus puestos, fusilando a algunos, deportando a otros y encarcelando al resto
Las medidas eran claramente revolucionarias y no tardarían en desatar la furia de los ricos, criollos y españoles, beneficiarios del sistema de explotación del indígena. Así lo advertía un contemporáneo a los hechos: “Bajo el poder de la jerarquía política y sacerdotal, los intereses del pueblo debían ser un cero, como lo eran en efecto, en los cálculos de la administración colonial, y era consiguiente esperar que encontrasen una resistencia desaforada las cosas y las personas que tendiesen a alterar un sistema combinado para satisfacer a la vez la codicia innata de los españoles y el temperamento vanidoso de los limeños”.2

En Buenos Aires, sin embargo, las cosas habían cambiado y mucho. Saavedra y Funes con la maniobra de la incorporación de los diputados a la Junta habían logrado dos objetivos largamente acariciados: dejar en absoluta minoría al morenismo y provocar la renuncia de Mariano Moreno el 18 de diciembre de 1810.
A pesar de todo Castelli no dejaba de proyectar, de soñar una utopía compartida, y escribió por aquellos días oscuros: “‘Nuestro destino es ser libres o no existir, y mi invariable resolución sacrificar la vida por nuestra independencia. Toda la América del Sur no formará en adelante sino una numerosa familia que por medio de la fraternidad pueda igualar a las respetadas naciones del mundo antiguo”. 3

Se acercaba el primer aniversario de la Revolución y Castelli decidió celebrarlo como él consideraba que correspondía: con un hecho revolucionario. Convocó a todas las comunidades indígenas de la provincia de La Paz a reunirse ante las ruinas de Tiahuanaco, a metros del Titicaca, el lago sagrado de los Incas, desde donde emergieron los fundadores del imperio del Sol, Manco Cápac y Mama Oclo. Allí estaban todos, centenares de aborígenes y soldados del Ejército del Norte esperando por la palabra del orador.

Castelli comenzó rindiéndole un homenaje a la memoria de los incas e invitó a los presentes a hacerles justicia a los antepasados expulsando definitivamente a los invasores españoles. Les anunció la expropiación de las tierras que estaban en manos de los enemigos de la revolución y su devolución a las comunidades, sus legítimos dueños: “Los esfuerzos del gobierno –dice en español dando tiempo a los traductores quechuas y aymaras- se han dirigido a buscar la felicidad de todas las clases, entre las que se encuentra la de los naturales de este distrito, por tantos años mirados con abandono, oprimidos y defraudados en sus derechos y hasta excluidos de la mísera condición de hombres”. Y concluyó: “Yo por lo menos no reconozco en el Virrey ni en sus secuaces representación alguna para negociar la suerte de unos pueblos cuyo destino no depende sino de su libre consentimiento, y por esto me creo obligado a conjurar a esas provincias para que en uso de sus naturales derechos expongan su voluntad y decidan libremente el partido que toman en este asunto que tanto interesa a todo americano”.

Mientras tanto, la junta saavedrista enviaba a su representante órdenes absurdas sin precedentes en la historia militar como la siguiente, que tenían como único objetivo la desmovilización y la derrota de un ejército considerado peligroso para los intereses de Buenos Aires: “se le prohíbe empeñar combate alguno al ejército auxiliador del Perú sin tener la seguridad del éxito”.

Castelli pactó una tregua con los realistas, que éstos no respetaron, y sorprendieron traicioneramente a las fuerzas criollas derrotándolas en Huaqui el 20 de junio de 1811. Castelli se juntó con Balcarce y su secretario Monteagudo y se dispusieron a apechugar el contraste. Quería irse por un rato de tanta miseria, de los quejidos de los soldados heridos, del hambre de comida y justicia que lo rodeaba y que él mismo padecía. El Alto Perú era un infierno y en Buenos Aires conspiraban contra él. Se imaginaba a los saavedristas opinando sobre la guerra, decidiendo destinos sin siquiera saber dónde quedaba Huaqui en el mapa, como señalaba en una carta a la Junta: “V.E, con mejores conocimientos a la distancia que tengo yo a la presencia…”.

Estaba claro que sus enemigos de adentro no dejarían pasar la ocasión para sacarlos del medio, humillarlos y hasta encarcelarlos. Quizás en aquellas noches de charlas interminables en los valles andinos haya nacido el plan político que los morenistas sobrevivientes a la represión expondrían en la Sociedad Patriótica.

Tras la derrota, Castelli, no se daba por vencido y el 18 de julio de 1811 emitió el siguiente comunicado: “Si el pueblo es el origen de toda autoridad, y si el magistrado no es sino un precario ecónomo de sus intereses,  es un deber suyo manifestar los motivos que determinan sus operaciones. Por esta consideración quiero anunciar anticipadamente al Ejército de la Patria, y a todas las Provincias del Río de la Plata, las justas y urgentes razones que tengo para resolver en una acción de guerra que sin duda será fatal para nuestros enemigos y feliz para nuestras armas. Es justo, es necesario exterminar a los liberticidas de la Patria, humillar a nuestros rivales, enseñarles a respetar nuestras armas y destruir, en fin, la causa inmediata de las zozobras que agitan nuestro territorio. La muerte será la mayor recompensa de mis fatigas, cuando haya visto ya expirar a todos los enemigos de la Patria, porque entonces nada tendrá que desear mi corazón, y mi esperanza quedará en una eterna apatía, al ver asegurada para siempre la libertad del pueblo americano”.

Pero tras la derrota de Huaqui, el gobierno porteño mandó a detener a Castelli. Se lo acusaba de “mal desempeño” político y militar en el Alto Perú.  A su regreso a Buenos Aires, el Triunvirato lo procesó y encarceló, aunque el juicio nunca llegaría a su fin.

El 14 de febrero de 1812, en Buenos Aires, comenzaron las declaraciones de los testigos. Ni uno sólo de ellos testimonió contra Castelli y muchos elogiaron su patriotismo, a pesar de las capciosas preguntas de los fiscales que apuntaban a cuestiones tan “patrióticas” como saber si Castelli le había faltado el respeto al rey español Fernando VII y a la religión católica.

Pero en Castelli otro proceso más terrible que el judicial se había desatado hacía algunos meses. Una quemadura mal curada provocada por  un cigarro, había dado inicio a un letal cáncer en la lengua. El 11 de junio de 1812 la Revolución comenzaba a quedarse sin voz. Un cirujano le amputaba la lengua a un Castelli que ahora sólo podía defenderse por escrito. “Yo no huyo del juicio; antes bien sabe V.E. que lo reclamé, bien cierto de que no tengo crimen”. Seguramente en aquellos terribles momentos el doctor Castelli recordaba la frase de su admirado Sócrates: “Los que sirven a la patria deben creerse felices si antes de elevarles estatuas, no les levantan cadalsos”.

Pocos son los amigos que lo visitaron por entonces, entre ellos, Bernardo de Monteagudo, que había asumido su defensa, y su primo Manuel Belgrano, que bajó “matando caballos” para estrecharlo en un abrazo.

Según la partida de defunción emitida por la parroquia de la Merced, en la noche del 11 de octubre de 1812 recibió todos los sacramentos. Pidió papel y lápiz y escribió: “Si ves al futuro, dile que no venga”. Así, Castelli, “el orador de la revolución”, murió de cáncer de lengua en las primeras horas del 12 de octubre, el “día de la raza”, una ironía del destino.

Referencias:

1 En Julio César Chaves, Castelli, el adalid de la mayo, Buenos Aires, 1957.
2 Ignacio Núñez, Noticias históricas, Buenos Aires, Jasckson, 1957.
3 Colección completa de los tratados, convenciones, capitulaciones, armisticios y otros actos diplomáticos de todos los Estados de la América latina, comprendidos entre el golfo de México y el cabo de Hornos, desde el año de 1493 hasta nuestros días, Volumen 1, Madrid, Editorial Carlos Bailly-Baillière, pág 171.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar




Juan Pablo II: Breve Biografía



Karol Józef Wojtyla, conocido como Juan Pablo II desde su elección al papado en octubre de 1978, nació en Wadowice, una pequeña ciudad a 50 kms. de Cracovia, el 18 de mayo de 1920. Era el segundo de los dos hijos de Karol Wojtyla y Emilia Kaczorowska. Su madre falleció en 1929. Su hermano mayor Edmund (médico) murió en 1932 y su padre (suboficial del ejército) en 1941. 
A los 9 años hizo la Primera Comunión, y a los 18 recibió la Confirmación. Terminados los estudios de enseñanza media en la escuela Marcin Wadowita de Wadowice, se matriculó en 1938 en la Universidad Jagellónica de Cracovia y en una escuela de teatro.

Cuando las fuerzas de ocupación nazi cerraron la Universidad, en 1939, el joven Karol tuvo que trabajar en una cantera y luego en una fábrica química (Solvay), para ganarse la vida y evitar la deportación a Alemania.

A partir de 1942, al sentir la vocación al sacerdocio, siguió las clases de formación del seminario clandestino de Cracovia, dirigido por el Arzobispo de Cracovia, Cardenal Adam Stefan Sapieha. Al mismo tiempo, fue uno de los promotores del "Teatro Rapsódico", también clandestino.

Tras la segunda guerra mundial, continuó sus estudios en el seminario mayor de Cracovia, nuevamente abierto, y en la Facultad de Teología de la Universidad Jagellónica, hasta su ordenación sacerdotal en Cracovia el 1 de noviembre de 1946.

Seguidamente, fue enviado por el Cardenal Sapieha a Roma, donde, bajo la dirección del dominico francés Garrigou-Lagrange, se doctoró en1948 en teología, con una tesis sobre el tema de la fe en las obras de San Juan de la Cruz. En aquel período aprovechó sus vacaciones para ejercer el ministerio pastoral entre los emigrantes polacos de Francia, Bélgica y Holanda.

En 1948 volvió a Polonia, y fue vicario en diversas parroquias de Cracovia y capellán de los universitarios hasta 1951, cuando reanudó sus estudios filosóficos y teológicos. En 1953 presentó en la Universidad Católica de Lublin una tesis titulada "Valoración de la posibilidad de fundar una ética católica sobre la base del sistema ético de Max Scheler". Después pasó a ser profesor de Teología Moral y Etica Social en el seminario mayor de Cracovia y en la facultad de Teología de Lublin.

El 4 de julio de 1958 fue nombrado por Pío XII Obispo Auxiliar de Cracovia. Recibió la ordenación episcopal el 28 de septiembre de 1958 en la catedral del Wawel (Cracovia), de manos del Arzobispo Eugeniusz Baziak.

El 13 de enero de 1964 fue nombrado Arzobispo de Cracovia por Pablo VI, quien le hizo cardenal el 26 de junio de 1967.

Además de participar en el Concilio Vaticano II (1962-65), con una contribución importante en la elaboración de la constitución Gaudium et spes, el Cardenal Wojtyla tomó parte en todas las asambleas del Sínodo de los Obispos.

Desde el comienzo de su pontificado, el 16 de octubre de 1978, el Papa Juan Pablo II ha realizado 104 viajes pastorales fuera de Italia, y 146 por el interior de este país. Además, como Obispo de Roma ha visitado 317 de las 333 parroquias romanas.

Entre sus documentos principales se incluyen: 14 Encíclicas, 15 Exhortaciones apostólicas, 11 Constituciones apostólicas y 45 Cartas apostólicas. El Papa también ha publicado cinco libros: "Cruzando el umbral de la esperanza" (octubre de 1994); "Don y misterio: en el quincuagésimo aniversario de mi ordenación sacerdotal" (noviembre de 1996); "Tríptico romano - Meditaciones", libro de poesías (Marzo de 2003); “¡Levantaos! ¡Vamos!” (mayo de 2004) y “Memoria y identidad” (su publicación está prevista para la primavera de 2005).

Juan Pablo II ha presidido 147 ceremonias de beatificación -en las que ha proclamado 1338 beatos- y 51 canonizaciones, con un total de 482 santos. Ha celebrado 9 consistorios, durante los cuales ha creado 231 (+ 1 in pectore) Cardenales. También ha presidido 6 asambleas plenarias del Colegio Cardenalicio.

Desde 1978 hasta hoy, el Santo Padre ha presidido 15 Asambleas del Sínodo de los Obispos: 6 ordinarias (1980, 1983, 1987, 1990, 1994, 2001), 1 general extraordinaria (1985), y 8 especiales (1980, 1991, 1994, 1995, 1997, 1998 [2] y 1999).

Ningún otro Papa se ha encontrado con tantas personas como Juan Pablo II: en cifras, más de 17.600.100 peregrinos han participado en las más de 1160 Audiencias Generales que se celebran los miércoles. Ese numero no incluye las otras audiencias especiales y las ceremonias religiosas [más de 8 millones de peregrinos durante el Gran Jubileo del año 2000] y los millones de fieles que el Papa ha encontrado durante las visitas pastorales efectuadas en Italia y en el resto del mundo. Hay que recordar también las numerosas personalidades de gobierno con las que se ha entrevistado durante las 38 visitas oficiales y las 738 audiencias o encuentros con jefes de Estado y 246 audiencias y encuentros con Primeros Ministros.




Día del Himno Nacional (Argentina)




El día del Himno Nacional Argentino se conmemora todos los 11 de mayo, porque en 1813 la Asamblea del año XIII sancionó como "Himno" a la marcha patriótica cuya letra compuso Vicente López y Planes y la música fue creada por Blas Parera.

La canción patria fue interpretada inicialmente en la casa de Mariquita Sánchez de Thompson y fue ella quien entonó los primeros acordes.

Alejandro Vicente López y Planes

 (Buenos Aires, 3 de mayo de 1785 – Ibídem 10 de octubre de 1856) fue un escritor, abogado y político argentino, autor de la letra del Himno Nacional Argentino, adoptado el 11 de mayo de 1813,3 y Presidente Provisional de las Provincias Unidas del Río de la Plata, entre el 7 de julio y el 18 de agosto de 1827.

Blas Parera (1777-1840)

El músico Blas Parera nació en España y, a partir de 1797, se radicó en la Ciudad de Buenos Aires. Intervino en la defensa y reconquista de esta ciudad contra los invasores ingleses. Compuso la música del Himno Nacional Argentino. Regresó a España en 1817.

Mariquita Sánchez de Thompson (1786-1868)

Patriota Argentina. Esposa de Martín Jacobo Thompson y luego de Juan Washington de Mendeville. En su hogar se cantó por primera vez el Himno Nacional Argentino. Ella fue quien interpretó las primeras estrofas del Himno. Versiones del Himno NACIONAL ARGENTINO

El 30 de marzo de 1900 se sancionó un decreto para que en las festividades oficiales o públicas, así como en los colegios o escuelas del Estado, sólo se cante la primera y la última cuarteta y el coro de la canción sancionada por la Asamblea General del 11 de mayo de 1813.:


"Himno Nacional Argentino"

Oid mortales el grito sagrado
libertad libertad libertad
oid el ruido de rotas cadenas
ved el trono a la noble igualdad
ya a su trono dignísimo abrieron
las Provincias Unidas del Sud,
y los libres del mundo responden
Al gran Pueblo Argentino salud!

Coro

Sean eternos los laureles
que supimos conseguir:
coronados de gloria vivamos
o juremos con gloria morir.




7 de Mayo A Cien Años del Nacimiento de Eva Duarte de Peron ( EVITA)





Maria Eva Duarte, como nació; Eva Perón, como se la conoció en sus últimos años; o Evita, como el pueblo la bautizó, fue una figura que rompió todos los precedentes históricos y definió una modalidad política nunca vista hasta entonces. Durante el breve período de su actuación, al lado de Perón, fue el centro de un creciente poder y se convirtió en el alma del movimiento peronista, en su esencia y en su voz. Adorada y a la vez odiada por millones de argentinos, lo que jamás provocó fue la indiferencia.

Biografía de Eva Perón
«Si me preguntasen qué prefiero, mi respuesta no tardaría en salir de mí: me gusta más mi nombre de pueblo. Cuando un pibe me nombra «Evita» me siento madre de todos los pibes y de todos los débiles y humildes de mi tierra. Cuando un obrero me llama «Evita» me siento con gusto «compañera» de todos los hombres.» (Fragmento del libro «La razón de mi vida» escrito por Eva Perón en 1951).

María Eva Duarte nació en el pueblo de Los Toldos, provincia de Buenos Aires, el 7 de mayo de 1919. Ella, su madre Juana Ibarguren, y sus cuatro hermanos formaban la familia irregular de Juan Duarte, quien falleció cuando Evita tenía seis o siete años. En esa época, se trasladaron a la ciudad de Junín, donde Eva permaneció hasta 1935.

Se sentía asfixiada por el ambiente pueblerino y entonces, con tan sólo 15 años, decide mudarse a Buenos Aires buscando convertirse en actriz. Sola, sin recursos ni educación, se enfrenta con un mundo hostil y duro, cuyas reglas desconoce. Pero triunfa: llega a ser actriz de cierto nombre, a salir en tapas de revistas y a encabezar un programa de radio muy escuchado.



Evita y PerónSin embargo, su destino era otro. En enero de 1944, María Eva Duarte conoce al coronel Juan Domingo Perón en un festival que la comunidad artística realizaba en beneficio de las víctimas de un terremoto que había destruido la ciudad andina de San Juan pocos días antes. En el mes siguiente, ya vivían juntos y dos años más tarde regularizaron la relación, contrayendo matrimonio en una ceremonia íntima y que no trasciende al público. En febrero de 1946, tras una campaña electoral en que la presencia de Evita fue marcante, Perón es electo presidente de la Argentina.

La oposición le trasladó a ella la antipatía y el rechazo que sentían por Perón. El ascenso vertiginoso de «esa mujer» de orígenes humildes, pasado dudoso y de tan sólo 27 años fue para muchos argentinos un motivo más de repudio.

En su rol de primera dama, Eva Perón desarrolló un trabajo intenso, tanto en el aspecto político como en el social. En cuanto a la política, trabajó intensamente para obtener el voto femenino y fue organizadora y fundadora de la rama femenina del peronismo. Esta organización se formó reclutando mujeres de distintas extracciones sociales por todo el país.


En el aspecto social, su trabajo se desarrolló en la Fundación Eva Perón, mantenida por donaciones de empresarios y de los propios trabajadores. Creó hospitales, hogares para ancianos y madres solteras, dos policlínicos, escuelas e incluso una Ciudad Infantil. Durante el año, brindaba asistencia a los necesitados y organizaba torneos deportivos infantiles y juveniles.

El otro bastión, y tal vez eje principal de su popularidad, fue constituido en torno a los sindicalistas y a su facilidad y carisma para conectarse con las masas trabajadoras, a quienes les llamaba sus «descamisados».

Eva Perón falleció el 26 de julio de 1952, con tan sólo 33 años y sin dejar hijos, por ocasión de un cáncer de útero. El dolor popular no la abandonó en un velatorio que duró más de 15 días, y no la abandonaría jamás. En el imaginario popular, Evita se convirtió para muchos en una especie de santa patrona.

Evita y la moda

En contradicción, o no, con su arduo trabajo social, Eva Perón se convirtió además en un indiscutible ícono de la moda durante su corta vida pública. Aunque el rodete bajo y los labios rojos hayan sido su «marca registrada», el estilo de Evita también incluía vestidos exuberantes, lujosos tapados de piel, joyas carísimas y más de 300 pares de zapatos. Fue clienta fiel de las principales casas de alta costura de Buenos Aires de la época y también del estilista francés Christian Dior, quien llegó a afirmar: «la única reina que vestí fue Eva Perón».










Homenajes a Evita
EN BUENOS AIRES, ARGENTINA
Además de figurar en el billete de 100 pesos argentinos desde 2012, como alternativa a la imagen del ex presidente Julio Roca, existen diversos homenajes a Evita distribuidos por todo el país. Abajo indicamos los principales en la ciudad de Buenos Aires:



Museo Evita (Lafinur 2988, Palermo, Ciudad de Buenos Aires) El museo está instalado en una antigua casona y exhibe fotos, documentos, cartas, vestidos, joyas, revistas y juguetes que son testimonio de la vida y obra de Eva Perón. Además, tiene un café y restaurant al estilo de los años 1940 y una tienda de recuerdos. Abre de martes a domingo y feriados, de 11h a 19h.

Cementerio de la Recoleta (Av. Quintana y Junín, Recoleta, Ciudad de Buenos Aires) Pese a protestos por sus orígenes humildes, Evita pudo ser enterrada en este exclusivo cementerio y hoy sus restos reposan en la cripta de la familia Duarte. La tumba es modesta pero muchísimo buscada por turistas. Los guardias pueden dar indicaciones sobre como encontrarla.

Monumentos de la Biblioteca Nacional (Plaza Mitre, Av. del Libertador entre Agüero y Austria, Ciudad de Buenos Aires) El área verde alrededor de la Biblioteca Nacional exhibe dos monumentos en homenaje a Evita, ya que en este predio se ubicaba la antigua residencia presidencial en la que vivió con Perón. El primero, de 1999, es una estatua realizada en bronce por el artista Ricardo Gianetti. El segundo, de 2014, es una escultura colorida de Eva y Perón sentados en un banco junto al perro que tenían como mascota, obra de Fernando Pugliese.

Murales de la Avenida 9 de Julio Desde 2011, el edificio sede de los Ministerios de Desarrollo Social y Salud (ex MOP), ubicado en el cruce de las Av. 9 de Julio y Av. Belgrano, exhibe dos murales gigantes en acero con la figura de Evita, obras del artista plástico Alejandro Marmo.

Perón Perón Resto Bar (Ángel Carranza 2225, Palermo, Ciudad de Buenos Aires) Un restaurante abiertamente político, cuya ambientación está llena de evocaciones al peronismo y al kirchnerismo, incluyendo un «altar» a Evita y la reproducción periódica de la «marcha peronista» (himno del partido). La propuesta culinaria son platos típicos de la cocina criolla argentina, al estilo casero y con porciones abundantes.

El Santa Evita (Julián Álvarez 1479, Palermo, Ciudad de Buenos Aires) El restaurante Santa Evita fue creado en septiembre del 2018 por el ex chef del Perón Perón. La carta sigue la impronta de cocina argentina auténtica, abundante y con toques gourmet. El local tiene un enorme mural de Evita, además una tienda de merchandising con remeras y otros objetos.



INTERNACIONAL

Evita, el musical  La referencia más perdurable a Evita en el extranjero es indudablemente el musical de mismo nombre producido por los ingleses Andrew Lloyd Weber y Tim Rice, e inmortalizado por la canción «No llores por mí, Argentina» (Don’t cry for me, Argentina). El debut fue en 1978 en el West End de Londres y en 1979 en Broadway de Nueva York, con Elaine Paige y Patti LuPone en el rol de Evita, respectivamente. En los años siguientes, la obra sería llevada a varias otras capitales del mundo. En 1996, el musical ganó su versión cinematográfica bajo la dirección de Alan Parker y con Madonna como protagonista. La obra se reestrenó en 2006 en el West End y en 2012 en Broadway, esta vez con la argentina Elena Roger en la piel de Evita.










Efemérides - 5 de Mayo






5 DE MAYO

1813: La Asamblea General Constituyente, conocida como Asamblea del Año XIII, establece la conmemoración de las fiestas mayas, declarando fiesta cívica el 25 de Mayo de cada año en conmemoración de la Revolución de 1810.







1815: El general José Rondeau, ocupó Potosí, en Bolivia, con las fuerzas libertadoras.
1817: Tras una ocupación de 17 días, el ejército español abandona la ciudad de Salta hostilizado por los guerrilleros de Salta y Jujuy.





1817: El coronel Juan Gregorio de Las Heras rechaza y derrota a los españoles, comandados por el general Ordóñez y el coronel Morgado, en un ataque en el Cerro Gavilán.






1818: Nace Carlos Marx. Político, filósofo y economista, ideólogo del comunismo y del socialismo, entre sus obras más destacadas figuran El capital y El Manifiesto Comunista, esta última escrita en colaboración con Federico Engels. Murió el 14 de marzo de 1883.






1821: Muere Napoleón Bonaparte. Genio militar y hombre de estado, en 1799 dio un golpe de estado en Francia que lo convirtió en Primer Cónsul de la República. En 1804 se convirtió en Emperador y Rey de Italia. En sus campañas de conquista logró el control de casi todo Occidente. Derrotado, finalmente, en la batalla de Waterloo, en Bélgica, el 18 de julio de 1815, fue condenado a prisión en la isla de Santa Elena, donde murió. Había nacido el 15 de agosto de 1769.






1862: Tiene lugar la Batalla de Puebla, entre el Ejército Mexicano, comandado por el general Ignacio Zaragoza y las fuerzas del Segundo Imperio Francés, que procuraban derrocar al gobierno de Benito Juárez e instalar una monarquía favorable a su gobierno. Aunque la guerra finalizó en 1867, el triunfo de Puebla se convirtió en un símbolo de lucha contra la invasión extranjera.







1869: Se inaugura en Rosario, Santa Fe, el primer telégrafo de esa provincia que unía Rosario con Buenos Aires.






1902: Muere en Buenos Aires Amancio Alcorta. Varias veces diputado en la Legislatura de Buenos Aires, fue también ministro de justicia e instrucción pública durante las presidencias de Miguel Juárez Celman y Luis Sáenz Peña, y ministro de relaciones exteriores de los presidentes José Evaristo Uriburu y Julio A. Roca. Había nacido en Buenos Aires el 27 de marzo de 1842.






1959: Muere en Buenos Aires el doctor Carlos Saavedra Lamas. En 1936 se le otorgó el Premio Nóbel de la Paz por su intervención en la guerra boliviano-paraguaya. Fue catedrático y político. Presidió la Asamblea de la Sociedad de las Naciones en 1936. En 1903 se inició en la notoriedad pública con la medalla de oro de su te. Fue el autor del protocolo del 12 de junio de 1937, instrumento de paz que dio solución al conflicto entre Paraguay y Bolivia. Fue varias veces diputados; ministro de justicia e instrucción pública en 1915 y ministro de Relaciones Exteriores y Culto entre 1933 y 1938. Había nacido el 1º de noviembre de 1878.






1996: José María Aznar, del Partido Popular, jura como presidente de España, tras triunfar en las elecciones del 3 de marzo. Su investidura había sido aprobada por el Congreso el día anterior.






2002: Se celebran elecciones en Francia que consagran a Jacques Chirac, del Reagrupamiento por la República (RPR), como presidente.