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René Magritte -BIOGRAFIA Y OBRAS
René François Ghislain Magritte nació en Lessines, Bélgica, el 21 de noviembre de 1898, el mayor de tres niños. Por lo que, el negocio de fabricación de su padre permitió a veces a la familia vivir en relativa comodidad, pero las dificultades financieras fueron una amenaza constante y este hecho les obliga a moverse sobre el país con cierta regularidad. Igualmente, el mundo joven de Magritte fue asestado por un golpe mucho más destructivo en 1912, cuando su madre se suicidó ahogándose a sí misma en un río.
En 1921 Magritte comenzó su año de servicio militar obligatorio, luego regresó para casarse con Georgette Berger, quien había conocido desde que era un niño y con quien se quedaría para el resto de su vida. Después de una breve temporada en una fábrica de papel pintado, él encontró el trabajo como cartel freelance y diseñador de publicidad mientras continuaba pintando. Alrededor de este tiempo Magritte vio la pintura de la canción de amor del surrealista italiano Giorgio de Chirico y entonces fue golpeado por sus imágenes, por lo que desvía su trabajo en la nueva dirección por la cual él sería conocido.
Por medio de colocar objetos familiares, mundanos como sombreros de jugador de bolos, tubos y rocas en contextos inusuales y yuxtaposiciones, Magritte evoca temas de misterio y locura para desafiar los supuestos de la percepción humana. Con trabajos tempranos tales como el Jockey perdido y el amenazado asesino Magritte rápidamente se convirtió en uno de los artistas más importantes en Bélgica y se encontró en el centro del naciente movimiento surrealista. Pero cuando realizó su primera exposición individual, en 1927 en la Galería del Centauro, fue mal recibido, por lo que, Magritte se desalentó y dejó su patria para irse a Francia.
Ya establecido en el suburbio de Perreux-sur-Marne, París, Magritte se relacionó rápidamente con algunos de los más brillantes, lustres y fundadores, del movimiento surrealista, incluyendo el escritor André Breton, el poeta Paul Éluard y los pintores Salvador Dalí, Max Ernst y Joan Miró. En los siguientes años produjo obras importantes como los amantes y el espejo falso y también comenzó a experimentar con el uso del texto, como se ve en su cuadro, la traición de las imágenes de 1929.
No obstante, a pesar del progreso que hacía Magritte en su arte, aún debía encontrar un éxito financiero importante, y en 1930 él y Georgette, su esposa, volvieron a Bruselas, donde estableció una agencia de publicidad con su hermano Paul. Aunque las demandas de su estudio le dejaron a Magritte poco tiempo para su trabajo en los próximos años, crecía el interés en sus cuadros y pronto él estaba vendiendo lo suficiente para dejar su trabajo comercial.
En la década de 1930 el renombre de Magritte dio lugar a exposiciones de su obra en la ciudad de Nueva York y Londres. Pero el inicio de la II Guerra Mundial pronto cambiaría el curso de su vida y su arte. Su decisión de permanecer en Bélgica luego de la ocupación Nazi causó una división entre él y André Bretón. Por lo que, sufrimiento y la violencia causada por la guerra lo llevó a los estados de ánimo a menudo oscuros y caóticos del surrealismo. Por lo tanto, las obras de este período, tales como el retorno de la llama y la compensación, demuestran este cambio, con sus gamas de colores más brillantes y técnica más impresionistas.
Después de la guerra, Magritte termina su ruptura con Breton de la rama del surrealismo cuando él y varios otros artistas firmaron un manifiesto titulado «el Surrealismo a plena luz del sol». Este periodo fue de experimentación durante el cual Magritte creó sus vistosas y provocativas pinturas. Luego volvió a su estilo más familiar y material, incluyendo una obra de 1948 del Jockey perdido, pintado el mismo año que su primera unipersonal exposición en París.
De 1943 a 1945, Magritte utiliza la técnica de los impresionistas durante el período del surrealismo. También, Entre 1943 y 1947, aparecen los primeros libros dedicados a este pintor como lo fueron: Defendiendo las imagenes de Nougé, Magritte, de Mariën y René Magritte, de Scutenaire.
Con la llegada de la década de 1950, Magritte disfruta del interés internacional en su trabajo y continuó su prolífica producción. En 1951 él fue comisionado para pintar un ciclo de pinturas murales para el casino de Knocke-le-Zoute, una ciudad en la costa belga. Terminando en 1953 su obra titulada: El dominio encantado (The Enchanted Domain), que era una condensación de algunas de sus imágenes más conocidas. Igualmente, siguieron otras comisiones en Bélgica, tales como importantes exposiciones de su obra en Bruselas y la Sidney Janis Gallery de Nueva York. Algunas de sus obras más importantes de esta época son las pinturas de Golconda y la llave de cristal. Así mismo, Magritte también introdujo la iconica manzana en su obra más reconocida titulada: el hijo del hombre de 1964.
A pesar de haber sido diagnosticado con cáncer pancreático en 1963, Magritte pudo viajar a Nueva York para en 1965 realizar una retrospectiva de su obra en el Museo del arte moderno. De igual manera, Magritte explora también otros medios de comunicación durante este tiempo, realizando una serie de cortometrajes que presentó con su esposa, Georgette, así como experimentar con la escultura. Después de un período de enfermedad prolongada, el 15 de agosto de 1967, René Magritte murió a la edad de 68 años. Su trabajo demostró para ser una influencia primaria en los artistas pop como Andy Warhol y desde entonces se han celebrado innumerables exposiciones alrededor del mundo de su obra. Igualmente, se creó el Museo Magritte que abrió en Bruselas en el 2009.
Se unió a un grupo de pintores, con el que descubrió el cubismo, luego con este grupo de correspondencia, descubre el surrealismo. Pintó el primer trabajo de este tipo, “El Jockey perdido”, en 1926. Luego, Magritte realiza su primera exposición en 1928, y antes de establecerse en París, pintó su obra más famosa, “La traición de las imágenes”, así como su famoso cuadro titulado: “Esto no es una pipa”.
En 1925, René Magritte trabaja con revista dadaísta “esófago”. Se interpreta una canción titulada “Norine blues”, compuesta por Paul Magritte con textos de René y Georgette Magritte, durante un desfile de moda presentado por Norine en Ostende. Magritte hace la cubierta de la partitura. Bajo la influencia de Max Ernst y Giorgio De Chirico, René Magritte pintó sus primeros cuadros surrealistas y trabajos de collage.
Sin embargo, René Magritte no puede trabajar con los surrealistas parisinos, por lo que, la crisis económica de 1929 lo obligó a regresar a Bélgica y a poner su carrera en espera de encontrar un trabajo en publicidad. Volvió a la pintura, siendo incluso ultra productivo, logrando realizar hasta cuarenta cuadros en dos meses, que es un período marcado en sus obras, por tonos estridentes.
OBRAS
PIERRE AUGUSTE RENOIR - BIOGRAFIA Y OBRAS
Pierre Auguste Renoir nació en el sur de Francia en Limoges el 25 de febrero de 1841 en una familia numerosa. Desde muy joven, el niño mostró la capacidad de pintar. Ganó dinero de los platos de porcelana pintados de la infancia en la tarde y fue a la escuela de arte en la noche
Renoir en 1862 aprueba con éxito los exámenes y entra en la Escuela de Bellas Artes. Aquí conoció a otros artistas: Pissarro, Monet y Basil. Les apasionaba el impresionismo. Sin embargo, fue Renoir quien fue el primer artista que obtuvo capital y gran fama en las pinturas creadas en este estilo. Era solo un fanático de su negocio, incluso gravemente enfermo, Pierre no soltó el cepillo.
Renoir solo una vez en su vida se detuvo en su vida creativa, en 1870, cuando fue reclutado en el ejército. Después de todo, estalló la campaña franco-prusiana y fue necesario pagar la deuda con la patria. Al regresar de la guerra, el artista con su antiguo celo se puso a trabajar. Auguste Renoir crea una asociación cooperativa anónima. Durante este período, comienza una aventura con su modelo Lisa Treo.
A mediados de la década de 1890, comenzó una nueva etapa en la vida del artista. Lisa lo tira y se casa con otro. Poco a poco, Renoir pierde interés en el impresionismo y vuelve a los clásicos. Después de un tiempo, conoció a Alina Sharigo, una costurera y su futura esposa. La pareja se casó en 1890, y su primer hijo en ese momento ya tenía 5 años. Finalmente, Auguste encontró la felicidad.
En 1897, la salud del artista se deterioró bruscamente debido a una fractura en el brazo. Comenzó a sufrir reumatismo, que lo confinó a una silla de ruedas. Pero, sin embargo, Renoir no dejó de dibujar.
OBRAS
SALVADOR DALÍ - BIOGRAFIA Y OBRAS
Dalí, Salvador (1904-1989), pintor y escultor español, uno de los máximos exponentes del movimiento surrealista en su país.
Nació en Figueras, Girona, el 11 de mayo de 1904. En 1921 ingresó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando (Madrid), de donde fue expulsado en 1926. En esa época vivió en la Residencia de Estudiantes de Madrid, donde se relacionó con Federico García Lorca, Luis Buñuel, Rafael Alberti, José Moreno Villa y otros artistas. En 1929, durante su estancia en París, conoció a Pablo Picasso y en 1930 se adhirió al movimiento surrealista, del que más tarde fue relegado por sus ideas comerciales. La producción de Dalí de este periodo se basa en su método 'paranoico-crítico', inspirado en buena parte en las teorías de Freud: representación de imágenes oníricas y objetos cotidianos en formas compositivas insospechadas y sorprendentes, como los relojes blandos de La persistencia de la memoria (1931, Museo de Arte Moderno, MOMA, Nueva York). Dalí se trasladó a Estados Unidos en 1940, donde permaneció hasta 1948. Sus últimas obras, a menudo de contenido religioso, poseen un estilo más clásico, entre ellas cabe citar la Crucifixión (1954, Museo Metropolitano de Arte, Nueva York) y La última cena (1955, National Gallery, Washington)..
La técnica pictórica de Dalí se caracteriza por un dibujo meticuloso, una minuciosidad casi fotográfica en el tratamiento de los detalles, con un colorido muy brillante y luminoso. Dalí realizó varias películas surrealistas en colaboración con Buñuel como Un perro andaluz (1929) y La edad de oro (1930), libros ilustrados, diseños de joyería así como escenografías y vestuarios teatrales. También escribió libros autobiográficos como La vida secreta de Salvador Dalí (1942) y Diario de un genio (1965). Fue miembro de la Academia Francesa de Bellas Artes desde 1979. Murió el 23 de enero de 1989 en Figueras.
Diego Velázquez - Biografía - Obras
Detalle de un Autorretrato de Velázquez (c. 1645)
Maestro sin par del arte pictórico, el sevillano Diego Velázquez adornó su carácter con una discreción, reserva y serenidad tal que, si bien mucho se puede decir y se ha dicho sobre su obra, poco se sabe y probablemente nunca se sabrá más sobre su psicología. Joven disciplinado y concienzudo, no debieron de gustarle demasiado las bofetadas con que salpimentaba sus enseñanzas el maestro pintor Herrera el Viejo, con quien al parecer pasó una breve temporada, antes de adscribirse, a los doce años, al taller de ese modesto pintor y excelente persona que fuera Francisco Pacheco. De él provienen las primeras noticias, al tiempo que los primeros encomios, del que sería el mayor pintor barroco español y, sin duda, uno de los más grandes artistas del mundo en cualquier edad.
La mirada melancólica
Diego Velázquez fue hijo primogénito de un hidalgo no demasiado rico perteneciente a una familia oriunda de Portugal, tal vez de Oporto, aunque ya nacido en Sevilla, llamado Juan Rodríguez, y de Jerónima Velázquez, también mujer de abolengo pero escasa de patrimonio. En el día de su bautismo, Juan echó las campanas al vuelo (previo pago de una módica suma al sacristán), convidó luego a los allegados a clarete y a tortas de San Juan de Alfarache y entretuvo a la chiquillería vitoreante con monedas de poco monto que arrojó por la ventana. No le había de defraudar este dispendio y estos festejos el vástago recién llegado, que se mostró dócil a los deseos paternos durante su infancia e ingresó en el taller de Francisco Pacheco sin rechistar.
El muchacho dio pruebas precocísimas de su maña como dibujante, y aprendía tan vertiginosamente el sutil arte de los colores que el bueno de Pacheco no osó torcer su genio y lo condujo con suavidad por donde la inspiración del joven lo llevaba. Entre maestro y discípulo se estrechó desde entonces una firme amistad basada en la admiración y en el razonable orgullo de Pacheco y en la gratitud del despierto muchacho. Estos lazos terminaron de anudarse cuando el viejo pintor se determinó a otorgar la mano de su hija Juana a su aventajado alumno de diecinueve años.
Sobre las razones que le decidieron a favorecer este matrimonio escribe Pacheco: "Después de cinco años de educación y enseñanza le casé con mi hija, movido por su virtud, limpieza, y buenas partes, y de las esperanzas de su natural y grande ingenio. Y porque es mayor la honra de maestro que la de suegro, ha sido justo estorbar el atrevimiento de alguno que se quiere atribuir esta gloria, quitándome la corona de mis postreros años. No tengo por mengua aventajarse el maestro al discípulo, ni perdió Leonardo de Vinci por tener a Rafael por discípulo, ni Jorge de Castelfranco a Tiziano, ni Platón a Aristóteles, pues no le quitó el nombre de divino."
A la conquista de la corte
Pronto se le hizo pequeña Sevilla a Velázquez e intentó ganar una colocación en la corte, donde se había instalado recientemente Felipe IV, rey de pocas luces diplomáticas aunque muy aficionado a las artes y que con el tiempo llegaría a sentir por el pintor una gran devoción y hasta una rara necesidad de su compañía. En su primer viaje a Madrid no tuvo suerte, pues tenía menester de muchas recomendaciones para acceder a palacio y se volvió a su tierra natal sin haber cosechado el menor éxito. Hubiera sido una verdadera lástima que su protector y suegro no le hubiese encarecido y animado a intentarlo de nuevo al año siguiente, porque de otro modo el prometedor Diego hubiera quedado confinado en un ambiente excesivamente provinciano, ajeno a los nuevos aires que circulaban por los ambientes cosmopolitas de las cortes de Europa.
En Sevilla, durante lo que se ha dado en llamar, con artificio erudito de historiador, su primera época (aunque la obra de Velázquez es el resultado de una búsqueda incesante), su estilo sigue al de los manieristas y los estudiosos del arte veneciano, como Juan de Roelas, pero adoptando los claroscuros impresionantes de Caravaggio, si bien esta última influencia ha sido discutida. No obstante, Velázquez se decantará pronto por un realismo barroco, audaz y estremecido, grave y lleno de contrastes, seguido igualmente por Francisco de Zurbarán o Alonso Cano.
Dicho realismo, en su vertiente más popular, había sido frecuentado por la literatura de la época, y ese mismo aire de novela picaresca aparece en los Almuerzos que guardan los museos de Leningrado y Budapest, así como en Tres músicos, donde, sin embargo, desaparece el humor para concentrarse el tema en la descripción de la maltrecha dignidad de sus protagonistas. Más curioso es aún cómo, también por aquella época, utiliza los encargos de asuntos religiosos para arrimar el ascua a su sardina y, dejando en un fondo remoto el episodio que da título al cuadro, pasan a un primer plano de la representación rudos personajes del pueblo y minuciosos bodegones donde se acumulan los objetos de la pobre vida cotidiana. Es el caso de Cristo en casa de Marta y María, cuadro en el que adquiere plena relevancia la cocina y sus habitantes, el pescado, las vasijas, los elementos más humildes.
El Museo del Prado guarda igualmente pinturas del período sevillano, como el espléndido lienzo La adoración de los Reyes Magos, fechado en 1619 (poco después de su matrimonio y de que Juana le diese descendencia), y donde se ha querido ver, sobre todo en los rasgos infantiles del Niño Jesús, un homenaje a su familia y un hálito de la felicidad del flamante padre. Es seguro, por lo demás, que los Reyes Magos son auténticos retratos, no idealizaciones más o menos convencionales, y en ello se revela también la verdadera vocación de quien sería el más grande retratista de su tiempo.
En su segunda intentona en Madrid, ya convenientemente pertrechado de avales, recibió Velázquez las mercedes y favores del conde-duque de Olivares, quien le consiguió su gran oportunidad al recomendarle para que hiciera un retrato del nuevo monarca. Felipe IV quedó tan complacido por esta obra que inmediatamente lo nombró pintor de la corte, obligando a Velázquez a trasladar su residencia a la capital y a vivir en el Palacio Real. En sus primeros años madrileños, el artista fue sustituyendo sus característicos tonos terrosos por una insólita gama de grises que con el tiempo sería su recurso más admirable y un vivo exponente de su genio sutil.
La impresión del paisaje
Hacia 1629 pinta Velázquez su primer gran cuadro de tema mitológico, llamado Los borrachos porque el asunto dedicado a Baco se convierte en sus manos en una estampa de las francachelas populares de la época; al año siguiente llega a Madrid Rubens, con quien mantuvo una buena y leal amistad; Rubens le recomienda que no deje de visitar Italia, donde su arte podrá depurarse y ennoblecerse. Empeñado desde entonces en ello, consigue, tras mucho insistir, licencia del rey y, saliendo del puerto de Barcelona, desembarca en Génova en 1629. Visita Verona, Ferrara, Loreto, Bolonia, Nápoles y Roma, sin apenas pintar nada, pero estudiándolo todo, memorizando gamas de colores, audaces composiciones, raras atmósferas, luces insólitas.
Los borrachos o El triunfo de Baco (c. 1629)
Probablemente entonces, aunque hay quien sostiene que fue en su segundo viaje a Roma, pinta las maravillosas Vistas del jardín de la Villa Médicis en Roma. En estos deliciosos parajes vivió el español gracias a la recomendación de su embajador y allí, al aire libre, tomó sus apuntes geniales. Son, en realidad, paisajes románticos, melancólicos, intemporales, casi impresionistas por su libertad de trazo, pese a ser en más de dos siglos anteriores a los cuadros de ese estilo, y quizás aún más perfectos en la captura del instante luminoso huidizo, del aire limpio y quieto apresado por la tupida vegetación y la escenográfica arquitectura. Y lo más asombroso es que estas imágenes que hoy conserva el Museo del Prado, inolvidables cuando se han visto una sola vez, fueron pintadas como al desgaire, como ejercicio ocioso y gratuito, sobre pequeños lienzos que no alcanzan el medio metro de alto y poco menos de ancho, pero que resumen, con impecable evidencia, la suprema sabiduría alcanzada en aquellos años por Velázquez.
Bien es cierto que, a su regreso a España, realizó obras de mayor envergadura y empaque, como La rendición de Breda, también conocida por Las lanzas, pero en esta pintura de compromiso, terminada en 1635 para el Salón de los Reinos en el recién inaugurado Palacio del Buen Retiro, también conmueve más lo anecdótico que la pomposa rememoración del pasado triunfo de un predecesor de Felipe IV.
La rendición de Breda o Las lanzas (1635)
Durante los años treinta y cuarenta del siglo fue Velázquez el pintor no sólo de su abúlico rey, sino de las "sabandijas de palacio", de los bufones como El Bobo de Coria, Diego de Acedo el Primo y el Niño de Vallecas, y después de su segundo viaje a Italia para comprar obras de arte en nombre de Su Majestad, su paleta produjo tres obras maestras insuperables y sumamente conocidas. La Venus del espejo, conservada en la National Gallery de Londres, es célebre por ser uno de los pocos desnudos de autor español de la época que se han conservado, aunque se le supongan hasta tres más al pintor sevillano, para el cual tal vez sirviera de modelo la escandalosa y bella actriz Damiana, amante del alocado marqués de Heliche.
Para la realización de Las Hilanderas, radicada actualmente en el Museo del Prado, Velázquez plantó su caballete en la Fábrica de Tapices de la calle de Santa Isabel de Madrid. La representación del momento irrepetible de las mujeres alrededor de la rueca giratoria hizo pronto olvidar que se trataba de un tema mitológico (la fábula de Palas y Aracne), creyéndose desde antiguo que se trataba de un cuadro de género.
Las Meninas
De entre los retratos que realizó de la familia real, hay uno que goza de inmensa fama, y se ha convertido en el paradigma de la obra del pintor: Velázquez y la familia real o Las Meninas. Este cuadro, que ha dado lugar a multitud de interpretaciones, tiene como marco espacial la habitación más importante del apartamento del palacio Real en el que vivía el pintor. En la obra aparece el mismo Velázquez frente al caballete con la cruz de la Orden de Santiago, aunque la distinción fue añadida después de su muerte por orden del rey, ya que Velázquez todavía no la había recibido cuando pintó el cuadro.
En el fondo de la habitación, un espejo refleja la imagen del rey y de la reina; en el centro aparece la infanta Margarita acompañada por dos doncellas reales, y a la derecha del cuadro, en primer plano, figuran la enana Mari-Bárbola y el enano Nicolás de Pertusato, que intenta despertar con el pie a un mastín tumbado en el suelo. Detrás de este grupo hay dos figuras y finalmente, al lado de la escalera, vemos al mayordomo de la reina.
Detalle de Las Meninas (1656)
La composición es de una gran complejidad y constituye un extraordinario ejemplo de pintura de una pintura: los reyes se representan indirectamente, vistos a través de un espejo, mientras que por lo que respecta a los protagonistas de la obra, la infanta y sus acompañantes, no se sabe si son el tema del cuadro en que está trabajando Velázquez o bien si están mirando pintar al artista. Por último, el espectador se siente incluido en el espacio del cuadro, ya que el espejo con las imágenes de los reyes le hace suponer que los monarcas están contemplando la misma escena que él pero a sus espaldas. Dicho de otro modo, el espectador ocupa ilusoriamente el lugar de los retratados, el lugar de los reyes, y este hecho ha dado pábulo a incesantes especulaciones. Desde el punto de vista de la factura, es una obra de prodigiosa ejecución, incluso dentro de la pintura del artista. Las pinceladas son como toques de luz que modelan los vestidos y los cuerpos, dotándolos de una gran vivacidad.
Por empeño personal de Felipe IV, Velázquez recibiría, un año antes de morir en Madrid el 6 de agosto de 1660, la preciada distinción de caballero de la Orden de Santiago, un honor no concedido nunca ni antes ni después a pintor alguno. Y aunque, al demoler la iglesia, nadie recordaba que sus restos habían sido sepultados en la Parroquia de San Juan Bautista, cuando en 1990 se organizó una magna retrospectiva de su obra en el Museo del Prado, miles y miles de personas llegadas de todos los puntos cardinales afluyeron incesantemente para reír el gesto idiota del bufón Calabacillas, admirar la pincelada que plasma el vestido de una infanta, interrogar la estampa ecuestre del conde duque de Olivares y respirar el aire penumbroso del siglo XVII aquietado e inmortalizado en los cuadros de Velázquez.
FUENTE : Ruiza, M., Fernández, T. y Tamaro, E. (2004). Diego Velázquez. Biografía. En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea. Barcelona (España). Recuperado de https://www.biografiasyvidas.com/monografia/velazquez/ el 4 de abril de 2020.
El Greco: Pintor del siglo XVI
Información básica
Nombre completo: Doménikos Theotokópoulos.
Dónde y cuándo nació: En el año 1541 en Heraclión, Creta (Grecia).
Dónde y cuándo murió: El 7 de abril de 1614 en Toledo (España).
Nacionalidad: Griego.
Movimiento, grupo o escuela a la que perteneció: Manierismo.
Disciplinas que practicó: Pintura, escultura, arquitectura.
Biografía de El Greco
Doménikos Theotokópoulos, El Greco, nace en la isla de Creta cuando esta era aún parte de la República de Venecia. Sus estudios fueron encaminados a la creación de iconos, arte en el que ya era maestro a los 22 años.
En 1567 llegó a Venecia donde estudió a Tiziano y el uso del color, perspectiva, anatomía, etc. en la tradición del Renacimiento. De allí marchó a Roma (de 1570 a 1576) donde contactó con el poderoso cardenal Alejandro Farnesio gracias a una carta de recomendación.
A pesar de que abrió estudio en 1572 no recibió encargos valiosos y se dedicaba a pintar retratos y pintura religiosa a pequeña escala. Su estilo no encajaba con los estándares que había dejado la enorme influencia de Miguel Ángel.
Viajó a España con sus objetivos puestos en el mecenazgo de Felipe II que no consiguió, así es que se marchó a Toledo donde recibió sus primeros encargos. Sus obras se distribuyeron por distintos conventos e instituciones de Toledo y Extremadura.
Una de estas primeras aportaciones magistrales fue “El entierro del Conde de Orgaz” (1586) para la Iglesia de Santo Tomé, que tiene un cariz de “visión” espiritual. El arte de El Greco pertenecía al Manierismo y hacía hincapié en la imaginación del artista más que en la reproducción de la naturaleza.
En este cuadro, en el primer plano, vemos un personaje que es la única pista familiar que tenemos del pintor: su hijo Jorge Manuel Theotokópoulos, fruto de una relación con una mujer llamada Jerónima de las Cuevas y con la que no consta que estuviera casado.
Sí que su hijo estuvo constantemente a su lado, incluso colaboró en algunas obras y, aunque de menor talento que su padre, ejerció la pintura y la arquitectura. También le acompañó buena parte de su vida Juan Preboste, que llegó a España con él desde Italia y que fue tanto criado, como ayudante y representante en algunas de las negociaciones.
Su estilo va depurándose y haciéndose más personal. Las figuras se van alargando y el tratamiento de la luz les da un carácter más etéreo y de transfiguración. Sus obras más tardías suponen un ejercicio cercano al Expresionismo y ha servido de inspiración para los pinturas de este movimiento artístico. Su modernidad se apoya en el intelecto y el espíritu en lugar de las apariencias.
El Greco murió en Toledo en 1614 quedando su taller a cargo de su hijo y ayudante Jorge Manuel.
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